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Ingeniero del CMT Francisco Díaz P. cumplió 40 años de vivencias en la construcción de la Carretera Austral

Publicada: 27/09/2022

Atravesar la selva sureña para ayudar a evacuar a un soldado herido es una de las historias de la construcción de la Carretera Austral que guarda el ingeniero Francisco Díaz Paredes, asesor técnico del Cuerpo Militar del Trabajo del Ejército de Chile (CMT), quien cumplió 40 años en la entidad. “Si Dios quiere, en algún momento escribiré esas historias, porque hay muchas que nunca se han contado”, asegura.

Se tituló de constructor civil en 1982 e inmediatamente entró al CMT para abrir la ruta en el sector Puelche-Hornopirén, al que luego se sumarían nuevos tramos en las regiones de Los Lagos y Aysén, acumulando años de trabajo en duras condiciones de aislamiento, lluvia y nieve, junto a oficiales, suboficiales, soldados conscriptos y empleados civiles, quienes construyeron la senda incluso herramienta en mano, donde las máquinas no podían llegar.

Luego vendría su traslado a Santiago para hacerse cargo de la asesoría técnica en el CMT y de los convenios con el Ministerio de Obras Públicas, al tiempo que se titulaba de ingeniero en construcción, tareas que le han permitido involucrarse en todos los proyectos del Cuerpo Militar del Trabajo en la Carretera Austral y sus caminos transversales, costero norte y sur, Tierra del Fuego  y el altiplano nortino.

De su experiencia en la Carretera Austral, Francisco Díaz cuenta que lo impactó la vida de los chilenos invisibilizados. “Me tocó conocer mucha gente que vivía aislada y que uno ni sabía que existían. Haciendo patria, sin comunicación y cuando se enfermaban o tenían sus hijos se las arreglaban solos. Sus traslados los hacían varios días a caballo, porque no tenían camino y principalmente hacia poblados argentinos cercanos, donde vendían sus animales y se abastecían de alimentos cada seis meses. Con mucha de esa gente me encontré después y se acuerdan del CMT toda la vida. La gente agradecía que se hiciera el camino y, también, porque acudían a nuestros campamentos cuando estaban enfermos y se les brindaba atención”.

Esa relación reconfortante con los pobladores australes se mezcló con la tristeza por los mártires del CMT. “Lo que más lamento -reconoce el ingeniero- son las personas que fallecieron en actos de servicio, militares y civiles. Son 55, algunos quedaron sepultados bajo toneladas de material, como fue el caso del accidente en Río Vagabundo, en 1994. Sufrimos pérdidas en el accidente aéreo ocurrido en Villa O´Higgins y otros se ahogaron al cruzar los ríos. Hay monolitos recordatorios en casi todos los lugares donde murieron y hay puentes que llevan los nombres de esos mártires”.

 

La experiencia técnica y humana que Francisco Díaz adquirió en terreno y que recibió de los “viejos” trabajadores del CMT, la ha transmitido a los jóvenes profesionales y técnicos del Cuerpo. “Eran lugares inhóspitos y se trabajaba 3 meses por 10 días de descanso. No había televisión, ni teléfono y la comunicación con la familia se realizaba a través de radios VHF. Las emisoras que se escuchaban eran más de Argentina que de Chile y para distraernos solo había una mesa de pimpón y juegos de cartas, siendo el “Truco” el que más se jugaba. Yo le saco el sombrero a la gente que se desempeñó allá. Ahora las condiciones son otras y les digo que son regalones, porque los campamentos tienen hasta un pequeño gimnasio, internet, televisión por cable y la mayoría trabaja 20 días por 10 libres”.

El ingeniero recuerda que crear un camino donde había selva, montaña y ríos presentaba desafíos enormes, como los macizos rocosos que se interponían en la ruta. “Había que cortar murallones de cerro de 50 metros de altura,  encaramados con perforadoras manuales para crear la senda de 4 metros de ancho.  Actualmente, de los nueve convenios del CMT con el MOP, el más complicado está en Tierra del Fuego, porque la topografía es muy similar a la Carretera Austral en cuanto a material rocoso, mallines y turbales. Las condiciones climáticas son tremendamente malas, con grandes nevazones en invierno. Actualmente se está iniciando el cruce por la Cordillera de Darwin para unir desde el Estrecho de Magallanes hasta el Canal de Beagle y hoy estamos por el lado norte, al pie de esa cordillera”.

Avanzar con la Carretera muchas veces requería efectuar exploraciones y algunas de ellas se convirtieron en aventuras, relata Francisco Díaz. “Tuvimos que realizar un reconocimiento en el sector de Leptepú para estudiar dónde ubicar una rampa para la llegada de una barcaza. Fuimos con 10 soldados y un Sargento, pero transcurridos algunos días se desató un gran temporal que no nos permitió salir del lugar. Quedamos sin alimentos y, producto de que se abría camino a punta de machete, un soldado se hizo un corte profundo en un brazo. Para conseguir ayuda caminé horas por una huella inhóspita, con mucho mallín y agua. Uno se desorientaba, porque no se  veía ni el cielo por lo tupido de la vegetación”.

Esa solidaridad entre civiles y militares en el CMT ha sido otro de los aprendizajes del ingeniero en su carrera. “Siempre trabajamos a la par y muy unidos, porque existe orgullo de participar de una tarea extraordinaria, que conecta a Chile y a su gente y permite la integración territorial del país. Recomiendo recorrer la Carretera Austral, idealmente en toda su extensión, desde el kilómetro 0, en Puerto Montt, hasta su extremo en Aysén, al sur de Río Bravo, cerca del Ventisquero Montt, para descubrir ese hermoso territorio y comprender el aporte que ha realizado el Ejército al país, a través del CMT. Ojalá que esto perdure por mucho tiempo más, ya que aún existen muchos lugares del país que están desconectados y aislados”.

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