Se decreta que, “desde hoy en adelante no venga a Chile ningún esclavo y que los que transiten para países donde subsiste esta dura ley y se demoran y se demoran por cualesquiera causa y permanecen seis meses en el Reino queden libres por el mismo hecho”, además de que los que en ese momento se encontraran en esa situación “reciban el consuelo de que sus hijos que nazcan desde hoy serán libres”. Para evitar fraudes y la venta de madres fuera del país, se declararon libres también los vientres.