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Abdicación de Bernardo O’Higgins Riquelme

El que alguna vez fue elegido Diputado en el primer Congreso Nacional de 1811, enfrentó su mayor desafío al ser nombrado Director Supremo de Chile el 16 de febrero de 1817.  Bernardo O’Higgins tuvo que poner en marcha y organizar un país independiente, afrontando dificultades y compatibilizando las bases de la institucionalidad con los escasos recursos disponibles.

Muchas de sus ideas y políticas estuvieron inspiradas en el pensamiento ilustrado y moderno, que conoció y desarrolló durante su juventud en Londres gracias a la influencia del general venezolano Francisco de Miranda, su “padre político”. El progreso, el libre comercio, la tolerancia religiosa, la seguridad individual, la libertad de conciencia, entre otros, fueron las directrices de sus iniciativas.

Pese a que las obras de su gobierno significaron un adelanto en diversos aspectos, este no estuvo exento de contrariedades. La seria crisis económica derivada de la cruenta y desgastadora lucha por la independencia, la imposición de impopulares contribuciones forzosas para cubrir gastos militares y la oposición de la aristocracia tradicional y de la Iglesia monarquista que se sintieron perjudicadas por las medidas del gobierno –como la abolición de los títulos de nobleza, mayorazgos y otras medidas-, fueron factores que complicaron la gestión.

Esta animadversión en contra del gobierno alcanzó su clímax cuando la Constitución de 1822 prolongó el mandato de O’Higgins, y a inicios de 1823 estalló una revuelta en Concepción liderada por el general Ramón Freire. Ante una posible guerra civil, en un acto conciliador y patriótico, O’Higgins renunció al cargo de Director Supremo en un Cabildo Abierto el 28 de enero de 1823 tras 6 años en el mando, para luego retirarse y emigrar a Perú.

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