Episodio central de la Guerra del Pacífico. Después de las victoriosas campañas de Antofagasta y Tarapacá, el Ejército expedicionario chileno continuó con el desembarco en Tacna, para enfrentar al ejército aliado conformado por peruanos y bolivianos en una batalla memorable por el despliegue de las tres armas: la infantería, la caballería y la artillería.
La batalla comenzó con un duelo de artillería y siguió con el avance chileno de las divisiones de Amengual y Barceló, hasta muy cerca de los hombres del coronel Camacho, que sufrieron fuertes pérdidas y sumado a la falta de munición, por lo que abandonaron el terreno conquistado. Los soldados de Barceló, también sin munición, debieron retroceder. A las 12:30, todo el poder de fuego se concentró en la I división aliada, incorporando Camacho sus reservas y soldados y cuerpos del centro y del ala derecha. Los jefes peruanos, observaron la retirada de los chilenos, pensaron que la batalla estaba ganada y ordenaron contraatacar. Sin embargo, todavía no habían entrado en acción las otras dos divisiones y la reserva, o sea el grueso de la fuerza del ejército chileno.
Avanzó la intacta división chilena de Amunátegui, luego la caballería amunicionó a las divisiones chilenas y amenazó con cargar, frenando el contraataque aliado del sector del ala izquierda. Acto seguido, se produjo el envolvimiento de la IV división y el aniquilamiento de varios cuerpos peruanos y bolivianos, con lo cual la victoria chilena se hizo realidad en el frente de batalla. El triunfo significó la derrota y retirada de los bolivianos hacia el altiplano y de los dispersos peruanos hacia Arequipa.
La trascendencia de esta batalla radica en su planificación acertada y una conducción militar exitosa, la cual permite en un momento decisivo de la campaña militar, la derrota de las fuerzas aliadas.