Ante la llegada a Chile de nuevas fuerzas realistas al mando del brigadier Mariano Osorio y el fracaso del asalto patriota Talcahuano, era necesario mostrar, tanto al pueblo chileno como a las potencias extranjeras, que Chile era un país con soberanía y no solo un territorio insurgente.
De esta forma, el general Bernardo O’Higgins Riquelme, entonces Director Supremo, que se encontraba en las campañas en el sur, procedió a realizar un acto político trascendental: declarar oficialmente la Independencia de Chile.
El 1 enero de 1818 firmó en el campamento de Morrillos de Perales el Acta de Independencia de Chile, la cual fue fechada y nuevamente proclamada en Concepción ese mismo día ante las tropas y el pueblo en la plaza de la ciudad, hoy conocida como la Plaza de la Independencia en su conmemoración. El acta fue proclamada el 12 de febrero de 181, día del primer aniversario de la Batalla de Chacabuco, firmando por Bernardo O’Higgins, Miguel Zañartu, Hipólito Villegas y José Ignacio Zenteno.
Durante la lucha por la independencia nacional, Manuel Rodríguez Erdoiza, al frente de ochenta huasos montados, sorprende a los realistas que resguardan Melipilla y se apodera de la ciudad, confiscando para la causa patriota los fondos acumulados por los recaudadores de impuestos del gobernador Marcó del Pont, llevándose además las armas de la guarnición.
Enfrentamiento en el marco de la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana, en el cual el Ejército Restaurador disputó la posesión del puente sobre el río Buin al grueso del Ejército Confederado.
La avanzada de las fuerzas enemigas al cruzar el río Buin había alcanzado la retaguardia chilena, específicamente a los batallones “Carampangue” y “Valdivia” que se defendieron bajo una tormenta de lluvia y granizo sobre el campo de batalla. La situación del Ejército chileno se veía comprometida, pero bajo la dirección personal del General en Jefe Manuel Bulnes Prieto se resistió la acometida del enemigo; la lucha no solo se remitió a un fuego cruzado, sino también a combate con bayoneta.
El teniente de origen mapuche Juan Lorenzo Colipí, conocido como el “Héroe de los Puentes” -por su heroica participación en la defensa del puente Llaclla-, jugó un papel preponderante. Finalmente, las fuerzas chilenas lograron derrotar a los confederados.
Las acciones de Llaclla y Buin fueron combates menores pero que tuvieron gran repercusión en el resultado de la guerra, al retrasar el avance confederado, dándole más tiempo al General Bulnes para organizar sus fuerzas defensivas en San Miguel y prepararse para la acción decisiva, la Batalla de Yungay.
Acción que marcó el fin de la Guerra Civil de 1851, y la derrota definitiva de los revolucionarios que buscaban remover el gobierno del presidente Manuel Montt y derogar la Constitución de 1833.
Luego de la Batalla de Loncomilla (08 de diciembre de 1851), el general José María de la Cruz reconoció la autoridad del presidente Montt y entregó el mando de sus tropas al general Manuel Bulnes. Con esto, la guerra estaba militarmente definida.
Sin embargo, debían ejecutarse varias acciones para concluirla, ya que los revolucionarios en el norte, al mando de José Miguel Carrera Fontecilla –vencidos anteriormente en Petorca-, se habían atrincherado en La Serena, resistiendo el asedio al que fueron sometidos por los gobiernistas, quienes lograron ocupar dicha ciudad a fines del año 1851.
El foco revolucionario se había extendido también a Copiapó, avivado por el incentivo de apoderarse de las minas. Se habían tomado la ciudad, organizados por el comerciante Bernardino Barahona que, con la ayuda de una fuerza subrepticiamente introducida a la ciudad, depuso al intendente y asumió este cargo.
El ataque a los revolucionarios fue encargado al teniente coronel Victorino Garrido, quien se embarcó hacia Caldera con 200 infantes y dos cañones, mientras los escuadrones de caballería de Copiapó lo seguían por tierra. Garrido desembarcó sin oposición en Caldera, tomó posesión del ferrocarril y avanzó hasta Linderos de Ramadilla, ubicado a 19 kilómetros, aproximadamente, de Copiapó. Allí tomó excelentes posiciones defensivas, resuelto a esperar que se uniera la caballería para proseguir el avance de la ciudad. Tras infructuosas negociaciones con Barahona, comenzó el combate.
Garrido derrota a las fuerzas revolucionarias de Copiapó y luego de ocupar la ciudad el 9 de enero, se pone fin a las acciones armadas de la revolución.
En el marco de la campaña de Lima de la Guerra del Pacífico, las fuerzas chilenas mandadas por el general Manuel Baquedano derrotaron al ejército del general Nicolás de Piérola, presidente del Perú. Esta batalla fue la primera que abrió las puertas de Lima, la capital peruana, para las tropas chilenas.
Se inició con el asalto de la I División contra el ala derecha peruana, que hizo retroceder a las unidades más avanzadas en el sector de Villa. Al haberse extraviado durante la marcha nocturna la II División, que debía atacar el centro de la posición, el coronel Andrés Cáceres que defendía ese sector, envió refuerzos al ala derecha, por lo que el ataque I División chilena fue detenido, debiendo el general Manuel Baquedano enviar a dos de los regimientos de reserva para apoyarla; reforzada de esa forma, la división pudo reanudar el asalto. Cuando la II División entró en combate contra el centro peruano que se apoyaba en los cerros de San Juan, se encontró con una obstinada resistencia de los defensores, la que fue superada mediante el esfuerzo de los regimientos “Buin”, “Esmeralda” y “Chillán”, provocando la brecha que necesitaba Baquedano para lanzar a la caballería a la profundidad del dispositivo, empleando en ellos a los regimientos “Granaderos” y “Carabineros de Yungay”.
En el resto de la línea defensiva, todos los cuerpos peruanos fueron desalojados de sus posiciones; algunos retrocedieron hacia Miraflores perseguidos por los atacantes mientras que otros fueron reagrupados por sus oficiales y se replegaron a las posiciones fortificadas en el Morro Solar.
La segunda fase de la batalla estuvo caracterizada por la decidida resistencia que mostraron los defensores, quienes lograron detener a las fuerzas chilenas de la I División, hasta que éstas fueron reforzadas por la reserva y otras unidades de la II y III División, que habían trepado a las alturas y entrado al balneario de Chorrillos, donde se produjo un combate calle a calle.
El triunfo de Chorrillos tuvo un alto costo en bajas para ambos bandos. Pese a la grave derrota sufrida, el mandatario peruano insistió en la defensa de Lima hasta las últimas consecuencias, rechazando las exigencias chilenas de entregar la ciudad. Dos días después tendría lugar la batalla de Miraflores.
En un momento clave para el proceso independentistas, el bando patriota emitió un decreto en el que dispuso la obligatoriedad del servicio de armas de todos los habitantes entre 14 y 50 años, reclutamiento a partir del cual se debían organizar batallones o regimientos de infantería.
El cuerpo del decreto señalaba que:
“siendo la primera obligación de todo habitante de un país libre prepararse con los conocimientos e instrucción militar necesaria para defender su patria, sobre todo en circunstancias en que la tiranía hace los últimos esfuerzos por destruirla, decreta el gobierno que todo habitante de Santiago es un militar. En cada uno de los ocho cuarteles en que se divide, se formará un batallón o regimiento de infantería compuesto de los individuos que en ellos reside” ("Decreto [en que] se hace obligatorio el servicio militar. Talca, 14 de enero de 1814").
Pese a que las campañas militares dieron por cumplida la Independencia de Chile, al haberse derrotado decisivamente el ejército enviado por el virrey al sur y a las montoneras, hacia la década de 1820 la amenaza realista no había desaparecido por completo, por cuanto Chiloé todavía era el último bastión realista en América.
Por lo anterior, la conquista de Chiloé era una prioridad para las autoridades chilenas. El enclave realista estaba bajo el mando del general Antonio Quintanilla, quien defendía firmemente la isla. El primer intento por incorporar a Chiloé fue ejecutado por el almirante Lord Thomas Cochrane en 1820, el cual no logró éxito. El segundo, en 1824, fue una expedición bien organizada comandada por el entonces Director Supremo, general Ramón Freire Serrano, quien también fue derrotado. En 1826 desembarcaba una nueva expedición de Freire en la Bahía del Inglés, lográndose desalojar a las fuerzas realistas de Antonio Quintanilla de sus posiciones entre el mar y los cerros.
Los combates de Pudeto y Bellavista fueron los últimos librados en América en aras de la Independencia. Al día siguiente de la victoria se firmó el tratado de Tantauco, declarándose la independencia de la isla y el archipiélago, anexándose esos territorios a la República de Chile el 31 de enero.
Esta batalla estalló al día subsiguiente de la Batalla de Chorrillos. Su inicio fue sorpresivo pues se dio en el contexto del armisticio para negociar la rendición de Lima. Mientras el general Manuel Baquedano hacía un reconocimiento junto a sus ayudantes, fue atacado por una cerrada descarga de fusilería proveniente de la posición defensiva. Las fuerzas chilenas, confiadas en el acuerdo, no habían adoptado todavía su dispositivo para el asalto: la caballería y la reserva estaban agrupadas más atrás en Barranco; la I División recién salía de Chorrillos junto a la artillería de campaña, mientras que la II División ocupaba su campamento en San Juan. Solo la III División al mando del coronel Pedro Lagos se encontraba adelantada. Inicialmente, la División de Lagos debió resistir el ataque de toda el ala derecha y centro peruano, que se lanzaron al asalto contra el frente y el desprotegido flanco derecho de los chilenos. La Escuadra chilena rompió fuego en apoyo naval, mientras que Baquedano ordenó el empleo de la reserva junto con una carga del Carabineros de Yungay, logrando rechazar a los atacantes de Lagos. Al llegar la I División se estabilizó el frente, pasando Lagos al contraataque, rompiendo la defensa por la costa y envolviendo el centro peruano por la espalda, quienes no pudieron retirarse puesto que estaban encerrados entre el ataque por frente y la retaguardia. Luego de tres horas y media de combate la tropa de reserva y del Ejército de línea peruano se retiraban de la batalla. La victoria total fue para las fuerzas chilenas. En la tarde del mismo día 17 de enero de 1881, las primeras tropas chilenas entraban a Lima, mientras que el resto del Ejército chileno lo hizo en el día siguiente. |
Tras la victoria chilena en la batalla de Miraflores, el general Cornelio Saavedra Rodríguez recibe la orden de ocupar Lima rendida, al mando de una División de 3.000 hombres. A las tres de la tarde, ingresaron las tropas desfilando al son de las marchas militares. Encabezaba la columna la artillería de campaña con material Krupp al mando del coronel Carlos Wood, seguida por el Regimiento Buin 1° de Línea, el Zapadores, el Bulnes y los regimientos de caballería Cazadores y Carabineros de Yungay. Más tarde se ocuparon los principales edificios públicos.
En un relato sobre este evento se señalaba que: “En esa parada, los soldados habían hecho gala de lucir todo su espíritu militar. Las mitades de infantería giraban como láminas de acero. Las piezas de campaña, brillando al sol como antiguos espejos venecianos, cuajados de rotos tiesos, indiferentes y despreciativos como si a Lima entraran todos los días; y arrastradas por troncos de caballos de un solo color en cada batería, caballos robustos y alegres cual si vinieran de potrero, más que de cosa real, hacían el efecto de un cuadro pintado con los más bellos colores de Meissonier.” (Extracto de “La entrada a Lima. Día antes y días después”. En: “Cuentos de la Guerra y otras páginas de Daniel Riquelme”. Compilado por Mariano Latorre y Miguel Varas Velásquez. Imprenta Universitaria, 1931. Pág. 203).
En el marco de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), el general Manuel Bulnes, General en Jefe del Ejército Restaurador, derrota decisivamente al ejército confederado del mariscal Andrés de Santa Cruz.
La batalla comenzó con el ataque al cerro Pan de Azúcar, que realizó una columna compuesta por cuatro compañías de cazadores: una del Batallón “Carampangue”, otra del “Batallón Santiago”, una tercera del Batallón “Valparaíso” y la cuarta del Batallón “Cazadores del Perú”. Las fuerzas enemigas atacaron al mando del comandante del Carampangue, coronel Jerónimo Valenzuela, quien muere a la cabeza de su batallón. Tras una reñida lucha, los soldados restauradores llegaron hasta la cima del cerro derrotando a los defensores confederados, pese a que estos últimos contaban con superioridad numérica y con mejores posiciones. Con la victoria de Yungay se puso fin a la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana.
Tal fue el valor demostrado por los soldados chilenos -mayoritariamente mestizos-, que se reconoce a esta batalla como una de las más ejemplares de nuestra historia militar, en cuyo homenaje se conmemora el 20 de enero de cada año como el “Día del roto chileno”. En el triunfo de Yungay también se cubrió de gloria una mujer chilena, la cantinera Candelaria Pérez, quien acompañaba a los soldados del Carampangue. Se trata de la primera mujer de la cual existen registros sobre su participación en el Ejército y en un conflicto bélico. Su participación como cantinera y la obtención de su grado de subteniente por los servicios prestados, marcan el inicio de la presencia oficial de la mujer en el Ejército.
Combate desarrollado en el marco de la campaña del Norte de la Guerra Civil de 1891, contienda que enfrentó al bando gobiernista –del presidente José Manuel Balmaceda-, y a los revolucionarios congresistas.
Debido a la sublevación de las tropas de la guarnición de Pisagua el 19 de enero, partidaria del banco congresista, el intendente de Tarapacá Manuel Salinas dispuso que se organizara una columna para recuperar ese puerto. En Zapiga se encontraron las fuerzas gobiernistas, al mando del teniente coronel Marco Aurelio Valenzuela, y los revolucionarios al mando del coronel Estanislao del Canto, pero no se logró nada decisivo para ningún bando, retirándose ambos con heridos y muertos. El 23 de enero avanzó Valenzuela sobre Pisagua al frente de 400 hombres, dividiendo sus fuerzas en dos columnas, una que se desplegó frente al Alto Hospicio y otra que prosiguió por el ferrocarril para coronar las alturas que dominan a Pisagua por el sur. Del Canto se apostó delante de la columna de Alto Hospicio con 221 hombres, sosteniéndose el combate con hasta las 10 am. Agotadas sus municiones, los gobiernistas hicieron señales de rendirse, engaño en que cayeron los revolucionarios, quienes creyéndose vencedores fraternizaron con ellos para después ser desarmados y apresados. Los gobiernistas avanzaron hacia Pisagua con numerosos prisioneros y del Canto logró escapar.
Sin embargo, la victoria revolucionaria fue parcial, ya que la inminente llegada de más fuerzas balmacedistas hizo insostenible la situación, por lo que resolvieron evacuar la plaza sin nuevo combate. Finalmente, Valenzuela ocupó Pisagua el día 27 de enero. Por estas supuestas actitudes de fraternidad, los cronistas bautizaron estos singulares combates con el apodo del “Combate de los abrazos”.
El que alguna vez fue elegido Diputado en el primer Congreso Nacional de 1811, enfrentó su mayor desafío al ser nombrado Director Supremo de Chile el 16 de febrero de 1817. Bernardo O’Higgins tuvo que poner en marcha y organizar un país independiente, afrontando dificultades y compatibilizando las bases de la institucionalidad con los escasos recursos disponibles.
Muchas de sus ideas y políticas estuvieron inspiradas en el pensamiento ilustrado y moderno, que conoció y desarrolló durante su juventud en Londres gracias a la influencia del general venezolano Francisco de Miranda, su “padre político”. El progreso, el libre comercio, la tolerancia religiosa, la seguridad individual, la libertad de conciencia, entre otros, fueron las directrices de sus iniciativas.
Pese a que las obras de su gobierno significaron un adelanto en diversos aspectos, este no estuvo exento de contrariedades. La seria crisis económica derivada de la cruenta y desgastadora lucha por la independencia, la imposición de impopulares contribuciones forzosas para cubrir gastos militares y la oposición de la aristocracia tradicional y de la Iglesia monarquista que se sintieron perjudicadas por las medidas del gobierno –como la abolición de los títulos de nobleza, mayorazgos y otras medidas-, fueron factores que complicaron la gestión.
Esta animadversión en contra del gobierno alcanzó su clímax cuando la Constitución de 1822 prolongó el mandato de O’Higgins, y a inicios de 1823 estalló una revuelta en Concepción liderada por el general Ramón Freire. Ante una posible guerra civil, en un acto conciliador y patriótico, O’Higgins renunció al cargo de Director Supremo en un Cabildo Abierto el 28 de enero de 1823 tras 6 años en el mando, para luego retirarse y emigrar a Perú.
Por ley N.° 2.463, se organiza el Servicio Religioso del Ejército y de la Armada, y se crea el cargo de Vicarios y Capellanes Castrenses, disponiéndose que:
“El Servicio Religioso, dependiente del Ministerio de Guerra, estará a cargo de un sacerdote nombrado de acuerdo a la Santa Sede y el Presidente de la República, quien llevará el título y desempeñará las funciones de Vicario General Castrense, con rango y prerrogativas correspondientes al grado de general de brigada, si tuviere la dignidad Episcopal, o al de coronel si no la tuviere. Además, estará a cargo de los nombramientos de capellanes, su traslado, ascenso o remoción, previa aprobación por decreto supremo”.
El 26 de diciembre del mismo año se establece el reglamento de dicho servicio, que entre otros artículos dispone que le corresponde a esa oficina elaborar los proyectos de reglamentos referentes a la organización y funcionamiento del servicio, junto a las diversas obligaciones y atribuciones del personal de capellanes; proponer al Ministro las reformas de organización que la práctica señale necesarias; atender al despacho diario de los asuntos de dicho servicio; preparar los decretos, órdenes ministeriales, instrucciones, providencias y demás documentos de Vicaría que requieran la firma del Ministerio; calificar al personal de capellanes; y confeccionar la parte de la memoria anual del servicio.
Para 1820, luego de casi una década de luchas por la independencia, el poderío militar español en Chile estaba concentrado en Valdivia y Chiloé. Allí se habían reunido las tropas realistas y era el único punto por donde se podría iniciar una nueva reconquista. Por esta razón, se ordena tomar por asalto los fuertes que resguardaban la bahía de Corral y Valdivia.
El ataque se inició en la tarde 03 de febrero con la acción de la fuerza naval al mando del vicealmirante Lord Thomas Cochrane, permitiendo, al caer la noche, el desembarco de los patriotas. El sargento mayor de Ejército Jorge Beauchef fue el oficial encargado de comandar el ataque terrestre, para lo cual contaba con una fuerza expedicionaria compuesta por 250 soldados de los batallones N° 1 y N° 3 y 44 soldados de dotación de los buques que cumplieron con éxito notable la misión encomendada.
Para la mañana del 04 de febrero, el antemural del Pacífico estaba definitivamente en manos de los patriotas. En estas circunstancias, la toma de la ciudad de Valdivia se dio sin contratiempos, puesto que los residentes se manifestaron a favor de la causa independentista y los realistas se retiraron al sur.
El asalto y toma de Valdivia correspondió a una correcta e inteligente combinación de operación terrestre y naval, que permitió vencer a un enemigo que tenía a su favor la superioridad numérica y el control de una fortaleza que se considerada inexpugnable. Con esta victoria, se eliminó el principal centro de operaciones realista del Pacífico sur.
Enfrentamiento en el marco del Cruce de Los Andes, durante el proceso de Independencia.
Cruzando la cordillera una columna del Ejército de los Andes, por el paso de Uspallata, el coronel Juan Gregorio de Las Heras dispone que, al aclarar, el comandante Enrique Martínez se adelante con 200 hombres hacia la guardia realista. Éste cae por sorpresa sobre los 60 soldados enemigos y después de una hora de combate terminan por vencerlos, rindiéndose el oficial realista a cargo.
A la misma hora y por el paso de Los Patos, el sargento mayor Santiago Arcos al mando de otra columna de la división Soler, dispersaba la guarnición realista de Las Achupallas.
Enfrentamiento durante la Campaña del Norte de la Guerra Civil de 1891.
Al iniciarse las operaciones de la guerra, el mando de las fuerzas congresistas había resuelto apoderarse de Tarapacá, y para realizarlo era indispensable la posesión firme del puerto de Pisagua. Para tal efecto, concentró en ese punto la totalidad de sus fuerzas, bajo el mando del coronel Estanislao del Canto, quien había logrado huir el 23 de enero tras el combate de Alto Hospicio. Al amanecer del día 6 de febrero, la escuadra entraba a Pisagua y a las 06:00 am abrió fuego contra las posiciones gobiernistas. Del Canto dispuso que una columna de 290 hombres desembarcara por la caleta Playa Blanca, al norte de Pisagua, y otro destacamento por Punta Pichalo, al sur, con orden de converger sobre Alto Hospicio. Después de arrollar a las fuerzas destacadas en esa altura, las dos columnas de Del Canto ocuparon el pueblo.
Combate en el contexto del Cruce de Los Andes.
Mientras la división de Miguel Estanislao Soler cruzaba la cordillera por el paso de Los Patos, el teniente coronel patriota Manuel Necochea acampaba con cerca de 110 granaderos al pie del cerro de Las Coimas, cerca de San Felipe. El coronel Miguel María Atero, jefe realista que se encontraba en San Felipe, se entera de las posiciones de Necochea y decide atacarlo con cerca de 600 hombres e infantería montada, en clara superioridad numérica. Las avanzadas realistas dispersaron fácilmente la guardia patriota de Las Coimas, con la infantería en columnas y la orden de perseguir a los patriotas solo con la caballería. Pero Necochea había dividido a sus granaderos en tres columnas y escondido una de ellas detrás de los arbustos, y mientras avanzaba la caballería enemiga que perseguía a unos pocos soldados hacia Putaendo, hizo caer sobre sobre el desguarecido flanco derecho realista 80 granaderos. El combate fue breve y reveló desde el primer momento la superioridad de la caballería patriota.
Al decir del historiador Francisco Encina, “los sables realistas, fabricados en la maestranza de Santiago, se quebraban al chocar con los de los granaderos y la mayoría de las tercerolas se descompusieron a los primeros disparos”.
Los realistas derrotados se retiran hacia San Felipe.
Contienda de la Independencia de Chile entre las fuerzas del Ejército de Los Andes y las tropas realistas. Fue la culminación de los esfuerzos de los patriotas liderados por el general José de San Martín, y el día en que el general Bernardo O’Higgins demostró su liderazgo y valentía en el campo de batalla. La heroica jornada de Chacabuco marcó el renacer de la causa independentista en Iberoamérica.
Las fuerzas patriotas principales al mando de San Martín venían organizadas en dos divisiones: la de vanguardia al mando del brigadier Estanislao Soler que avanzaría por la cuesta nueva y la del centro al mando de O’Higgins que lo haría por la vieja. Para el 11 de febrero, los realistas se encontraban al sur de las alturas de Chacabuco, y los patriotas inmediatamente al norte de ellas. El baqueano Justo Estay entregó a San Martín los detalles de su defectuoso despliegue. Los realistas ocupaban las alturas con unos 200 hombres, mientras que el grueso de las fuerzas permanecía cerca de las casas en el bajo. O’Higgins, que conforme la orden de ataque había iniciado su desplazamiento a las dos de la mañana avanzaba por la cuesta vieja acercándose a los cerros más altos donde su vanguardia, tomó contacto con los realistas. Al ver la envergadura de las fuerzas que avanzaban, el capitán Mijares que estaba al mando y que había pedido refuerzos al brigadier Rafael Maroto decidió la retirada hacia el bajo ante la sorpresa de su comandante que le había ordenado resistir.
O’Higgins, autorizado por San Martín, ordenó la persecución de los realistas cuesta abajo. Así sus fuerzas se encontraron de improviso con el grueso de los realistas a la salida de una gran quebrada. O’Higgins colocó a sus dos batallones en línea de frente al enemigo y a la caballería le ordenó un movimiento envolvente al flanco izquierdo del enemigo. Su primer ataque fue detenido y tuvo que retirarse.
Eran cerca de las 12 del día y las fuerzas de Soler no daban señales de proximidad. En esta situación, O’Higgins ordenó un segundo ataque, disponiendo que la caballería atacara el flanco derecho realista. Al frente de sus hombres y con el grito “O vivir con honor o morir con gloria, el que sea valiente que me siga” hizo que el enemigo se retirara. Soler había retrasado notoriamente su avance y solo apareció en el campo de batalla pasada las 13:00 hrs. cuando el enemigo ya se retiraba. Las acciones terminaron a las 14:00 hrs., disponiendo San Martín lo necesario para continuar hacia Santiago, pero no en forma inmediata, deteniéndose la persecución en Colina. Esta falta de previsión permitió la huida a Valparaíso de los restos del ejército realista el que se embarcó con rumbo a Talcahuano.
La victoria en Chacabuco significó la culminación de los esfuerzos y trabajos de organización del Cruce de Los Andes. Con este hecho concluye el periodo de la “Reconquista” y se inicia y el de la “Patria Nueva”. Los patriotas arriban a Santiago y en los días siguientes O’Higgins asume como Director Supremo.
Acto de singular relevancia durante la Campaña al Sur del proceso de Independencia.
Estando Bernardo O’Higgins en su campamento en los Morillos de Perales (Talcahuano) firma la primera acta de declaración de la Independencia de Chile, la que fue fechada en Concepción el 1° de enero de 1818. Con este acto Chile declaró ser un estado soberano e independiente y deja por ende la condición de reino de España.
Sin embargo, era necesario difundir la declaración al resto del país. Los actos solemnes de proclamación principales se realizaron en Santiago y Talca, a un año del triunfo obtenido en la batalla de Chacabuco. En Santiago, el acto fue presidido por el Director Supremo delegado Luis de la Cruz junto al general José de San Martín, quienes participan en la ceremonia de proclamación y jura junto a las unidades militares de la guarnición de Santiago, el obispo, las corporaciones y la ciudadanía. Simultáneamente, en Talca la proclamación y jura es presidida por el Director Supremo Bernardo O’Higgins.
El acto simbólico será, finalmente, ratificado con la memorable Batalla de Maipú.
Ante el incumplimiento del tratado de 1874 por parte de Bolivia y el inminente remate de las salitreras chilenas en territorio boliviano, las autoridades chilenas toman la decisión de ocupar militarmente la ciudad de Antofagasta. Se dispone que en el blindado “Cochrane” y la fragata “O’Higgins” se embarcaran dos compañías al mando del coronel Emilio Sotomayor Baeza para tomar posesión del puerto de Antofagasta, del litoral y puntos del interior de mayor importancia militar antes de que se llevara efecto el remate de las salitreras, fijado para el 14 de febrero. La escuadrilla entra en la bahía y a las 8:00 hrs. Sotomayor envía un emisario a tierra para comunicar al prefecto Severino Zapata la toma de posesión de la ciudad. Este responde con una nota formulando una protesta formal y se asila en la casa del Cónsul del Perú, ante la imposibilidad de presentar resistencia con la fuerza bajo su mando. Desde los buques chilenos desembarcan una compañía de artillería de marina al mando del capitán José Ramón Vidaurre y una de artillería de montaña comandada por el capitán Exequiel Fuentes, las que tomaron posesión de la ciudad sin inconvenientes. En la rada, lanchas de las unidades navales chilenas efectuaban patrullajes en prevención de cualquier sorpresa. Por otra parte, Sotomayor toma una serie de medidas de importancia militar, como unir la ciudad de Antofagasta con el poblado minero de Caldera, la construcción de barracas y bodegas para el alojamiento de tropas y almacenaje de pertrechos, la ocupación de Mejillones y el inicio de los trabajos para unir Antofagasta con Valparaíso por medio de un cable submarino, el que quedará conectado el día 21 de mayo. Nicanor Zenteno asume el cargo de gobernador de Antofagasta y organiza los servicios administrativos. Se crean cuatro batallones cívicos con chilenos residentes en la zona, que cubrieron Caracoles, Carmen Alto y la propia Antofagasta, que fue fortificada. |
Enfrentamiento en el marco de la Campaña del Norte durante la Guerra Civil de 1891. El coronel Estanislao del Canto de las fuerzas congresistas, derrota al coronel Eulogio Robles Pinochet, de las fuerzas balmacedistas.
Del Canto ocupaba Pisagua desde comienzos de febrero y al imponerse el avance de Robles, resuelve atacarlo antes de que recibiera refuerzos. El 15 salieron desde Pisagua las fuerzas congresistas que, a pesar de su deficiencia en materia de equipamiento, tenían ya pretensiones de ser un pequeño ejército. Iban divididos en tres batallones de infantería: el “Constitución” N.°1, al mando del comandante Manuel Aguirre; el “Pisagua” N.°3, al mando del comandante José A. Echeverría; y el escuadrón de caballería “Libertad” N.°1. La columna llevaba cuatro cañones y seis ametralladoras.
Aunque las fuerzas enemigas triplicaban las suyas, Robles, fiando en la calidad de sus soldados y el superior armamento, tomó posiciones en el histórico cerro San Francisco o Dolores.
El combate comenzó a las 15:00 y tres horas más tarde concluía con la derrota completa de los gobiernistas, que se retiraron a Pozo Almonte.
Enfrentamiento en el marco de la campaña del Norte durante la Guerra Civil de 1891. El coronel Eulogio Robles Pinochet rechaza y derrota el ataque de las fuerzas congresistas del coronel Estanislao del Canto en las estaciones de ferrocarriles de Huara.
Derrotados los gobiernistas en San Francisco el día 15 de febrero, Robles, deseoso de revertir la situación de las fuerzas gobiernistas, pide a Iquique que se le enviaran tropas de la ciudad, uniéndose el coronel José María Soto con 600 hombres. Avanzan hasta Huara, tomando posiciones defensivas. El coronel Del Canto, en vez de retroceder hacia Pisagua para afrontar la batalla en posiciones defensivas si Robles lo seguía y apoyar desde allí el hábil movimiento estratégico de la ocupación de Iquique desguarnecido, resuelve embestir las posiciones gobiernistas.
Los gobiernistas contaban con posiciones ventajosas y superior calidad de tropas, además de tener más munición. El combate se inició el día 17 a las 15:30 hrs.; Robles lo concentró en el flanco izquierdo enemigo con orden de precipitar la embestida antes de que se agotara la munición. Pero las fuerzas que amagaron el frente sufrieron un quiebre imprevisto. Una compañía del Batallón “Quillota”, que se pasó a los opositores en la Batalla de San Francisco, volvió sus armas contra ellos. Libre de presión por el frente, Robles dirigió las fuerzas que ya no necesitaba contra la derecha enemiga.
A las 18:00 hrs. los congresistas estaban derrotados en toda línea. Vencidos, se precipitaron a los trenes cercanos para huir. La caballería, que intentó proteger la retirada, fue arrollada por los jinetes enemigos. Aun así, pudieron partir los convoyes hacia Pisagua con el resto del ejército congresista.
La Orden Comando del 8 de diciembre de 1947 disponía la toma de posesión, creación de una base e instalación de una guarnición militar en la Antártica, con el objetivo de asegurar la soberanía chilena en esos parajes y posibilitar una función científica mediante investigaciones, exploraciones y reconocimientos.
Luego de cruzar el mar de Drake, la flotilla antártica chilena arribó a Puerto Soberanía el 6 de enero de 1948 y de inmediato inició la exploración para un lugar apropiado para instalar la Base, tarea no exenta de dificultades, ya que se encontraban en mares desconocidos y las cartas de navegación eran incompletas. Elegido el lugar, descrito como una “pequeña península de cerca de dos hectáreas, de lomajes suaves y unida al continente por una angosta faja rocosa”, comenzaron las tareas de construcción de la base.
El 18 de febrero se inauguró la Base Antártica General O’Higgins, luego de postergarse varios días la ceremonia debido a los fuertes temporales. Con una temperatura de 1 a 2 °C, ligera ventisca y nublados bajos, en el Patio de Honor el presidente de la República Gabriel González Videla revistaba las tropas y se procedía al izamiento del pabellón nacional. El Comandante en Jefe del Ejército suplente, General Ramón Cañas Montalva, hizo uso de la palabra tras descubrir el busto de O’Higgins, expresando:
“Soldados de mi Patria; presentad vuestras mejores armas. Compatriotas: disponed de vuestras más sublimes vibraciones y conjuntamente, al descubrir este bronce inmaculado, elevamos una plegaria de fe y de juramento al servicio de este Chile cuya aurora palpamos en pleno surgimiento, orientada a convertirse en potencia del sur del Pacífico, como lo quiso y señaló nuestro libertador, Capitán General Bernardo O’Higgins, para grandeza y sostén de las democracias en el suelo de las Américas”.
Enfrentamiento enmarcado en la Campaña del Norte de la Guerra Civil de 1891.
Se trató de un combate entre las fuerzas balmacedistas, mandadas por el coronel José María Soto, y las fuerzas congresistas al mando del capitán de navío Vicente Merino Jarpa, librado en las calles y Aduana de Iquique.
El 16 de febrero, Iquique había sido ocupado por las fuerzas congresista sin mediar resistencia debido a que la ciudad se encontraba desguarnecida. El coronel Eulogio Robles, al tener noticia de esta situación despacho una columna con 200 infantes, un cañón y 25 jinetes del Granaderos al mando del coronel José María Soto con la misión de recuperar la plaza. En el transcurso del combate el día 19 de febrero, las fuerzas congresistas recibieron el apoyo del “Huáscar”, el “Esmeralda” y el “Blanco Encalada”, cuyo fuego produjo un incendio en la ciudad.
A bordo del acorazado inglés “Warspite” se llega a un arreglo entre los comandantes de las fuerzas, quedando Iquique en manos de los congresistas, permitiéndose que las fuerzas al mando del coronel Soto, que habían experimentado bajas significativas, pudieran retirarse de Iquique.
Enfrentamiento que marca el inicio de la “Guerra a Muerte”, -término acuñado por el historiador Benjamín Vicuña Mackenna-, la continuación de la lucha por la independencia de Chile que se extendió entre 1818 y 1825 en la región centro sur del país, escenario de una cruenta sucesión de combates entre los guerrilleros y los patriotas.
En Santa Juana, el montonero realista Vicente Benavides derrota al teniente José Antonio Riveros. El día anterior, Riveros y el comandante de milicias Gaspar Astete habían recuperado la plaza de Santa Juana, al sur del Biobío, pero al caer sobre ellos Benavides al mando de 100 fusileros, Riveros es tomado prisionero junto a otros soldados. Algunos alcanzaron a embarcarse en lanchas, pero batidos por la fusilería, muy pocos llegaron a la ribera norte para huir.
Enfrentamiento en el período de la “Patria Vieja”, en el cual el coronel realista Ildefonso Elorreaga derrota al coronel Carlos Spano, quien se había fortificado en la plaza de Talca.
Después de varios asaltos fallidos y gracias al apoyo de algunos vecinos simpatizantes de la causa realistas, Elorreaga logra conquistar la plaza. El coronel Carlos Spano, español de nacimiento pero patriota por elección, muere defendiendo la bandera en la plaza de la ciudad.
Durante el período conocido como la “Patria Nueva”, las fuerzas patriotas al mando del mayor Jorge Beauchef Ismet derrotan a los realistas del comandante Gaspar Fernández de Bobadilla en la hacienda del Toro (en las cercanías de Osorno). Luego de la victoria en la toma de Valdivia (04 de febrero), se ordenó avanzar al sur con el objetivo de capturar a fuerzas realistas dispersas en la huida. Por razones de seguridad, la columna patriota que había salido de Osorno era precedida por una vanguardia de 50 hombres al mando del capitán José María Labbé, la que es sorprendida por los realistas en El Toro, en una zona boscosa y accidentada. Labbé se enfrentó al adversario por casi una hora y luego se retiró ordenadamente hasta unirse al grueso de las fuerzas. Los realistas, confiados en el triunfo, abandonaron sus posiciones y cargaron a las tropas patriotas, que ahora contaban con una fuerza de 300 infantes, un escuadrón de caballería reducido y dos cañones. El enemigo fue rechazado produciéndose una gran confusión y desorden en sus tropas, las que fueron perseguidas por Beauchef hasta la zona denominada “Amancay”. |
Con esta victoria, la zona comprendida entre Valdivia y el río Maullín queda definitivamente en poder los patriotas, consolidándose el control de la bahía de Corral y Valdivia.
Enfrentamiento producido en el marco de la Campaña del Norte de la Guerra Civil de 1891. Al mando de las tropas congresista estuvo el coronel Estanislao del Canto Arteaga mientras que el bando balmacedista fue comandado por el coronel Eulogio Robles Pinochet.
El 7 de marzo a las 07:00 de la mañana la artillería congresista abrió fuego. Luego de una hora, el combate era generalizado e intenso y a las 10:00 el estado del combate parecía indicar el triunfo de los gobiernistas. Sin embargo, los combatientes gobiernistas no habían ingerido alimento ni agua desde el día anterior, por lo que muchos, producto del agotamiento, se dispersaron en el pueblo de Pozo Almonte, desarrollándose en el lugar un combate en localidades.
Finalmente, los gobiernistas son derrotados, resultando muerto en combate el coronel Eulogio Robles. Como resultado de la batalla, los congresistas quedaron con el dominio absoluto de la provincia de Tarapacá. Luego de la derrota, las tropas balmacedistas se retiraron a Tacna con la división Arrate y se internaron en Perú.
No existe concordancia en las fuentes respecto a las bajas, pero sí hay consenso de que se trató de uno de los enfrentamientos más sangrientas de la Campaña del Norte.
La devoción a la Virgen del Carmen caló hondo entre los habitantes del Chile colonial, quienes llegaron a considerarla como su Patrona y Reina. Así, los criollos que encabezaron el proceso de independencia habían recibido la devoción durante su niñez.
En vísperas de la marcha del Ejército de los Andes hacia Chile, el general José de San Martín propuso a la Junta de Guerra poner a esta fuerza militar bajo el patrocinio de la Virgen María en una de sus advocaciones. La preferencia fue por Nuestra Señora del Carmen, celebrándose la fiesta de la proclamación de la Patrona electa y de la Jura de la Bandera con gran solemnidad.
Después de la obtención del triunfo en la Batalla de Chacabuco por parte de las armas chilenas y argentinas, los jefes y soldados renovaron sus juramentos a la patrona. En el sitio de la batalla se levantó una ermita como monumento de gratitud y el 17 de julio de 1817 se celebró el día de la Patrona del Ejército. El 14 de marzo de 1818 se realizó una ceremonia en la Catedral de Santiago, a la cual asistieron todas las corporaciones religiosas, civiles y militares, más el pueblo de Santiago. En la ocasión, se renovó de manera oficial el juramento de vasallaje a María, Reina del Carmelo, el cual, hasta ese momento, había sido formulado sólo por el Ejército. Junto con ello se hizo el voto de edificarle un templo en el lugar en el que se lograra la victoria que sellara la Independencia de Chile. El día 5 de abril de 1818, mientras el pueblo de Santiago oraba a la Virgen en los templos de la capital, el Ejército patriota obtenía la victoria sobre las armas españolas en los llanos de Maipú.
Enfrentamiento en el marco de la Revolución de 1859. En la quebrada de Los Lores, al norte de La Serena, el revolucionario Pedro León Gallo, derrota al teniente coronel José María Silva Chávez.
Los revolucionarios marchaban desde Copiapó y los gobiernistas los esperaban en las casas de la hacienda de La Compañía. En el amanecer del día 14 de marzo comenzó el combate, y después de tres horas de lucha, el fuego de la fusilería de Gallo decreció, circunstancia que aprovechó Silva, que también se había quedado sin municiones, para ordenar una carga a la bayoneta por el centro de la posición. En un primer momento tuvo éxito, logrando llevar a sus tropas hasta los cañones del adversario. Sin embargo, Gallo contraatacó a la bayoneta haciéndolas retroceder.
El ejército gobiernista en desorden se retiró hacia Coquimbo.
Una de las tareas del Director Supremo O’Higgins en el ámbito militar fue la creación de la Academia Militar -primera denominación de la Escuela Militar-, la cual sería un instituto pionero en Latinoamérica para la formación de oficiales. Como requisito de ingreso, no se exigirían “más pruebas de nobleza que las verdaderas, que forman el mérito, la virtud y el patriotismo”.
Durante gran parte del siglo XIX la Escuela Militar tuvo una marcada influencia francesa, heredada por los oficiales que se integraron al Ejército de Los Andes, lo que se concretó con la contratación de oficiales napoleónicos Santiago Arcos -su primer director-, Jorge Beauchef y Ambrosio Cramer, quienes forjaron las bases doctrinarias para el nacimiento de la Academia. El 5 de abril de 1818 concurrieron a la Batalla de Maipú “las cien águilas del Alcázar”, bautismo de fuego de los primeros cadetes.
A contar del año 1885, se hace presente la influencia alemana, con la contratación de un selecto grupo de instructores europeos -destacando el capitán Emilio Körner Henze-, quienes introdujeron cambios modernizadores en todos los ámbitos del Ejército.
A lo largo de su historia, la Escuela Militar del Libertador Bernardo O’Higgins ocupó diferentes cuarteles en Santiago. Comenzando por el convento de San Agustín, continuó el cuartel de la Maestranza y el edificio de Blanco Encalada -actual sede del Museo Histórico y Militar-. El traslado al recinto que ocupa el día de hoy, ubicado en la comuna de Las Condes, se inició en la década de 1950.
Enfrentamiento del proceso de Independencia producido en el contexto de la “Patria Nueva”.
Finalizada la Campaña al Sur, el general José de San Martín ordenó la retirada de los patriotas desde Concepción. Los realistas, al mando del brigadier Mariano Osorio, habían iniciado la persecución, logrando tomar por sorpresa a las fuerzas patriotas al norte de Talca. Ante el ataque, José de San Martín y Bernardo O’Higgins, no pudieron combinar las operaciones para presentar una defensa adecuada, lo cual provocó la dispersión parcial de las tropas. O’Higgins se mantuvo en su puesto y recibió una herida de bala en su brazo derecho. San Martín, al ver la confusión general y que la derrota era inevitable, ordenó el repliegue.
Solo las tropas que habían estado acantonadas al norte de Talca al mando de Juan Gregorio de Las Heras se salvaron, ya que no entraron en acción y emprendieron la retirada sin ser vistos por los realistas. Esto permitió que sirvieran como base para la reorganización del Ejército Unido.
Considerando el desarrollo que la ingeniería militar había alcanzado hacia finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, se hizo imprescindible estimular la investigación científica dentro del Ejército, como también la capacitación técnica de los oficiales en el uso de la tecnología que se adoptaría en todos los campos: armamento, guerra química, telecomunicaciones, geodesia, topografía y balística.
Para el caso del Ejército de Chile, esta necesidad ya se tenía presente en los primeros años del siglo XX, aunque no fue hasta 1926 que se decretó la creación de la Academia Técnica Militar. Su propósito era entregar a los oficiales la instrucción técnica necesaria que les permitiera resolver todo lo relacionado con el material de guerra, su fabricación, experimentación, revisión, contratación, recepción y almacenamiento, además de capacitarlos para desempeñar cátedras en los institutos militares de enseñanza.
La Dirección de Arsenales de Guerra cedió un local de su edificio de Blanco Encalada, sede de la Academia durante sus dos primeros años. Las clases comenzaron el 15 de abril de 1927, con un grupo de profesores civiles y militares y nueve alumnos, que cursarían dos años en la Academia y uno de perfeccionamiento en países europeos. Paralelamente, se incorporó un curso de Oficiales Topógrafos.
En 1928 se iniciaron las clases para ambas especialidades: Geodestas Topógrafos y Técnicos de Material de Guerra. Este primer curso es el origen de la Academia de Topografía y Geodesia, que luego funcionó de forma independiente a cargo del Instituto Geográfico Militar.
El 4 de marzo de 1947 se crea la Academia Politécnica Militar, la cual absorbe ambos institutos. En sus primeros años aumenta significativamente la cantidad de ingenieros politécnicos graduados y ya en 1950 se les otorga el título de Ingeniero Militar.
Hecho de armas en el marco de la “Patria Vieja”, entre la división patriota al mando del coronel Juan Mackenna y el ejército realista al mando del general Gabino Gaínza.
El brigadier realista Gabino Gaínza ataca a Mackenna, que se encontraba atrincherado en el campamento de Membrillar (al norte del río Itata), antes que se lograra reunir con la división al mando de Bernardo O’Higgins. Mackenna decide hacer un movimiento de ataque, que le costó la pérdida del comandante Almarza, herido de muerte. Cerca de las 17:00 hrs. las tropas de Gaínza se acercaron a las posiciones. Duró el fuego hasta las 20:00 hrs., los realistas intentaron tomarse algún reducto patriota, pero no lo lograron. Al llegar la noche, parecía inevitable la derrota de los realistas, por lo que algunos patriotas querían salir de las trincheras, pero Mackenna no quería comprometer la victoria.
Con la lluvia que comenzó a caer, los realistas se convencieron de su fracaso y comenzaron a replegarse en forma desordenada. Mackenna, que no se dio cuenta de la acción, lo que equivalía al triunfo patrita, no ordenó la persecución.
Enfrentamiento en el marco de la Campaña de Tacna y Arica durante la Guerra del Pacífico. En general Manuel Baquedano derrotó al coronel Andrés Gamarra, asaltando una posición que se estimaba inexpugnable.
La noche del 21 de marzo de 1880, el general Baquedano ordenó la avanzada de las tropas chilenas para preparar el asalto a las fortificaciones peruanas ubicadas en la cima del cerro Los Ángeles. La primera unidad que se puso en marcha fue el Batallón Atacama, cuyos hombres debían escalar el cerro por la dificultosa quebrada de Guaneros. La compañía con esta misión estaba al mando del teniente Rafael Torreblanca, la cual, llegando al pie del cerro que debía escalar, fue sorprendida por fuego enemigo a sus espaldas. Esto sucedió porque una avanzada peruana se había deslizado sin ser descubierta por los chilenos hasta un potrero apoderándose de la caballería, siendo finalmente repelidos por los centinelas.
Mientras el Atacama escalaba, el Regimiento 2° de Línea atacó sobre la posición de Quilín-Quilín. El comandante del Atacama, coronel Juan Martínez Bustos y sus hombres alcanzaron la cima a las 06:15 de la mañana del día 22, logrando sobreponerse al ataque al pie de cerro. Su ascenso al cerro sorprendió al enemigo, el cual fue atacado y forzado a huir.
Mientras tanto, en Quilín-Quilín aún se batían el 2° de Línea y el Regimiento “Santiago”, pero los enemigos, al verse rodeados, se retiraron de sus posiciones, siendo perseguidos por el Regimiento Cazadores a Caballo.
Se trató del primer enfrentamiento de la Guerra del Pacífico entre tropas chilenas y bolivianas, el que termina con la ocupación chilena de Calama, localidad que en aquel tiempo era un caserío de unos 500 habitantes.
En la primera quincena de marzo, el coronel Emilio Sotomayor recibió la misión de ocupar Calama con una fuerza cercana a los 550 hombres, formada por tres compañías del Batallón 2° de Línea, una compañía del Batallón 4° de Línea, una compañía de Cazadores a Caballo y una sección de artillería de montaña a dos piezas.
Hacia Calama se habían retirado más de 200 bolivianos, entre soldados y civiles, que reconocían como jefe al coronel Ladislao Cabrera. Sabiendo que los bolivianos habían destruido los dos puentes que cruzaban el río Loa, el coronel Sotomayor organizó una sección de pontoneros, con tablones en carretas al mando del teniente coronel Arístides Martínez, la cual debía permitir el avance de las fuerzas. El 23 de marzo, en la mañana, las fuerzas chilenas alcanzaban la quebrada que enfrenta a la población desde el sur. Sotomayor dispuso el avance hacia los vados de Topater y Carvajal, debiendo la infantería atacar frontalmente mientras que la caballería debería perseguir al adversario. Ejecutado el ataque, parte del enemigo huyó, dejando abandonadas sus armas en el campo.
Con esta victoria, junto a la toma de otros poblados aledaños, se estableció la “Línea del Loa”, con la que se buscaba impedir cualquier avance del Ejército boliviano hacia el oeste y sur del territorio.
En el marco de la “Patria Vieja”, el coronel Tomás de Figueroa encabezó un motín con el objetivo de impedir las elecciones de diputados en Santiago para conformar el Primer Congreso Nacional.
En la Plaza de Santiago, el mismo día que debían tener lugar las elecciones, Figueroa, al frente de 200 hombres y al grito ¡Viva el Rey!, ocupa la plaza principal esperando otras fuerzas, pero es vencido por las fuerzas de la Junta de Gobierno. Murieron 10 hombres y cayeron 20 heridos, mientras que Figueroa, como líder del motín, fue fusilado. Su cuerpo, junto al del cabo Eduardo Molina y de otros cuatro soldados muertos en la plaza, fueron exhibidos públicamente y enviados a la fosa común.
Años después de declarada la independencia de Chile, aún quedaba una resistencia realista en Chiloé. En este contexto, teniendo como escenario las ciénagas de Mocopulli en Chiloé, el 1° de abril de 1824, combatieron las fuerzas patriotas al mando del coronel Jorge Beauchef y las fuerzas realistas comandadas por el coronel José Rodríguez Ballesteros. El último había desembarcado el día anterior en el puerto de Dalcahue y marchaba hacia Ancud, unos 65 kilómetros al norte, con el objetivo de atacar de forma inesperada desde el sur, mientras que otras fuerzas desembarcadas en Chacao lo harían simultáneamente desde el noreste.
Las fuerzas realistas conocían el avance y se encontraban apostadas ocultas en los bosques. Disponían de un cañón y de la ventaja del conocimiento del terreno. Marchaban los patriotas en la vanguardia una compañía del Granaderos N.° 1 al mando del capitán Guillermo Tupper y al centro el Batallón N.° 8 y el Batallón N.° 7 a la retaguardia al mando del coronel José Rondizzoni.
El ataque realista se produjo sorpresivamente y desde una posición elevada, lo que, unido al desconcierto entre los patriotas, resultó exitoso en un principio. No obstante, los hombres de Beauchef lograron sobreponerse y repelieron a los realistas. Ambos lados tuvieron alrededor de un centenar de bajas y no hubo un claro vencedor, ya que, aunque las tropas realistas se habían retirado del campo, los patriotas tuvieron que replegarse a Dalcahue y abandonar el plan de llegar hasta la actual ciudad de Ancud.
Batalla decisiva para el proceso del Independencia de Chile.
La derrota patriota en Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818, hizo vacilar la libertad de Chile. Sin embargo, el nivel de instrucción y disciplina del Ejército Unido, hicieron que el General José de San Martín tuviera la determinación de dirigir sus movimientos hacia una completa y decisiva victoria, la que se concretó con la Batalla de Maipú el 05 de abril de 1818. El ejército realista quedó enteramente deshecho, con un gran número de prisioneros. Al término de la batalla llega el general Bernardo O’Higgins con milicianos, heridos de Cancha Rayada y cadetes de la Academia Militar, constituyendo medio batallón de infantería.
Todos los patriotas que concurrieron a Maipú fueron ascendidos en un grado y a los oficiales se les otorgó un cordón de honor y una medalla que decretó el gobierno de Chile y el de las Provincias Unidades del Río de la Plata.
Para muchos historiadores, sin la victoria de la Batalla de Maipú no habría tenido lugar Boyacá ni Ayacucho, batallas trascendentes en la emancipación de América.
Enfrentamiento producido durante la Revolución de 1859.
Los antecedentes de la Batalla de Maipón se relacionan con el alzamiento de las montoneras en el sur al mando de Nicolás Tirapegui, conformadas por unos 2000 hombres con 9 cañones, reforzados por indígenas sublevados. Estas fuerzas se enfrentaron en las cercanías de Chillán con las tropas del coronel José Manuel Pinto Arias, quien comandaba la División Pacificadora del Sur, con 2000 hombres de las siguientes unidades: Batallón 4° de Línea, Batallón Cívico de Chillán, Brigada de Infantería de San Carlos, Escuadrón de Cazadores a Caballo, Carabineros de San Carlos, Carabineros de la Frontera, Carabineros de Ñuble y cuatro piezas de artillería.
El 12 de abril salió el coronel Pinto acompañado por el teniente coronel Cornelio Saavedra al encuentro de Tirapegui y se ubicó en unas colinas que bordeaban el estero de Maipón. A las 14:00 hrs. los revolucionarios iniciaron un amague contra las fuerzas del gobierno, el que fue rechazado por los tiradores y la caballería de Pinto. Luego hubo un cese de fuego y los revolucionarios enviaron la caballería, la que inicialmente hicieron retroceder a la caballería de Pinto, pero éste envió en su apoyo a toda la infantería logrando que los revolucionarios finalmente se dieran a la fuga, dejando abandonada toda su artillería y gran cantidad de armamento, además de sufrir la pérdida de 300 prisioneros, 20 muertos y 70 heridos.
Por su parte, las tropas de Pinto contabilizaron 13 muertos y 55 heridos.
A partir de este encuentro, los revolucionarios comenzaron a retroceder en el sur y las tropas de gobierno continuaron persiguiéndolos hasta lograr vencerlos totalmente.
Se trató del enfrentamiento decisivo para terminar la Revolución iniciada en 1829.
Luego de la batalla de Ochagavía, se produjeron una serie de movimientos tanto en las provincias del norte como del sur. El General José Joaquín Prieto, apoyado por los sectores conservadores, asumió la dirección del Ejército, lo que no fue acepado por el general Ramón Freire, quien decidió dividir a sus fuerzas entre la provincia de Coquimbo y Concepción. Algunas semanas más tarde, habiendo comprendido el error de dividir sus fuerzas, resolvió reunirlas nuevamente para disputar el territorio de la zona central, estacionándose a orillas del río Maule.
Finalmente, el encuentro con las fuerzas del General José Joaquín Prieto -que se había apostado al noroeste de Talca- se dio el 17 de abril en las orillas del río Lircay. Las tropas comandadas por Prieto derrotaron de manera aplastante a las fuerzas de Freire. La derrota de los liberales -los llamados “pipiolos”- significó el inicio de la “República Conservadora”, que se extendió por tres décadas.
Motín militar en el marco de la Guerra Civil de 1851.
Los dirigentes de la disuelta “Sociedad de la Igualdad,” encabezados por Pedro Ugarte, Benjamín Vicuña Mackenna y José Miguel Carrera Fontecilla, buscaron el elemento militar necesario para iniciar un movimiento revolucionario, encontrándolo en el coronel Pedro Urriola Balbontín, relevado hacía poco del mando del Batallón Chacabuco. Con el respaldo de una sección del Chacabuco y del Valdivia, se amotinó frente al cuartel de este último, en la calle Morandé con Catedral, ordenando a los hombres salir y formarse al costado poniente de la Plaza de Armas.
El cuartel de Artillería, ubicado en el sector Santa Lucía bajo las órdenes del coronel Marcos Maturana del Campo, repelió el ataque insurgente. Sin el apoyo popular que esperaban y la muerte de Urriola, los sublevados depusieron su actitud.
Durante el gobierno del presidente José Joaquín Prieto, se manda a promulgar la Ordenanza General del Ejército, reglamento orgánico que establece los principios generales que rigen el accionar del Ejército y la Armada de Chile. Reemplazó las antiguas Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas de España, o las Ordenanzas de Carlos III de 1768, que aún se utilizaban después de establecida la independencia.
Acción de armas producida durante la “Patria Vieja”, En el marco de la expedición del brigadier realista Antonio Pareja quien, con la colaboración de Chiloé, Valdivia y Concepción, logró formar un ejército de casi 2.000 hombres. Los patriotas, por su parte, no habían tenido la capacidad de organizarse militarme y existían diferencias entre sus líderes aun así dejaron de lado sus problemas y O’Higgins se pone a disposición de las fuerzas reunidas por Carrera
Iniciada la marcha de Pareja hacia el norte, ocupa Talcahuano y Concepción y avanza hacia Lineres, enfrentando al Ejército patriota, al mando del brigadier José Miguel Carrera, en la orilla del río Maule. La vanguardia del ejército realista, al mando del coronel Ildefonso Elorreaga, rompe fuegos tras un fallido intento de negociación la noche del 26 de abril, ante lo cual Carrera dispone al coronel Juan de Dios Puga que saliera en su persecución.
Las tropas cruzaron el río Maule tras Elorreaga, que se había retirado hacia el sur hacia Yerbas Buenas, a reunirse con el resto del ejército realista. A las 03:00 hrs., Puga y sus hombres los localizaron y atacaron sorpresivamente, aun pensando que era solo la vanguardia. En un comienzo la situación se presentó favorable al cuerpo de Puga, puesto que el mando realista no lograba identificar de dónde provenía el ataque y creyeron que el total de las fuerzas patriotas les caía encima. Ante esta situación, los realistas corrieron a tomar las armas y a formar en desordenadas filas.
Los granaderos de Chile, al mando del teniente Santiago Bueras y capitán Enrique Ross, atacaron aprovechando el desconcierto del adversario. Al aclarar del día 27, los patriotas se dan cuenta que estaban en medio del grueso del ejército de Pareja. Los defensores del rey, al comprobar que los atacaba una partida de tropas pequeña, reaccionaron violentamente y las obligaron a iniciar el repliegue. Los patriotas comenzaron a retirarse en una persecución que se prolongó hasta el Maule, teniendo que dejar los cañones, fusiles y prisioneros que habían capturado durante la noche, lamentando la muerte del capitán Ross.
Enfrentamiento que dirimió la Revolución de 1859.
Después de su derrota en la Batalla de Los Loros, el gobierno preparó una expedición para ser enviada a Coquimbo. Estaba al mando del general Juan Vidaurre Leal y compuesta por seis batallones de infantería de Línea, tres escuadrones de caballería, un piquete de policía de Valparaíso y una batería de montaña de 6 piezas y otra con 2 piezas de grueso calibre. El 7 de abril esta fuerza se embarcó en Valparaíso con destino a Los Vilos.
Por su parte, Pedro León Gallo, jefe de los revolucionarios aumentó sus fuerzas a un total de 1800 infantes, además de contar con otros 900 hombres de reserva. Con este contingente se trasladó hacia el Cerro Grande (La Serena), en donde se dio el encuentro con las fuerzas comandadas por Vidaurre Leal el 29 de abril.
En esta acción las tropas del gobierno estuvieron secundadas por el comandante de la Escuadra capitán de navío Anacleto Goñi quien, desde la Esmeralda, pudo hacer fuego contra las posiciones enemigas. Todo el contingente se batió con bravura, definiendo el encuentro desde temprano a favor del gobierno.
Al atardecer, Gallo envío a Vidaurre-Leal una proposición de capitulación que no fue aceptada. En la noche los cabecillas revolucionarios y parte de la tropa evacuaron la plaza, huyendo hacia Argentina por el valle del Elqui. A la 13:00 hrs. del 30 de abril, las fuerzas del gobierno tomaron posesión de La Serena.
Combate ocurrido durante la “Patria Nueva”, en las cercanías de Concepción, en el que se enfrentaron las fuerzas comandadas por el brigadier Juan Gregorio de las Heras y las fuerzas realistas al mando del coronel José Ordóñez.
Para intentar acabar con el foco de resistencia que se concentraba en el sur luego de la Batalla de Chacabuco, se organizó la División del Sur al mando del brigadier De las Heras. Las fuerzas realistas atacaron las posiciones defensivas patriotas que estaban en el cerro Gavilán y Caracol para evitar que recibieran refuerzos de O’Higgins. Finalmente, los realistas fueron rechazados y derrotados.
El plan concebido por el general argentino José de San Martín, era continuar las campañas hacia el territorio peruano una vez que se obtuviera la independencia en Chile. Tras el triunfo de Maipú, O’Higgins se abocó a organizar la Expedición Libertadora al Perú; para ello debió equipar un Ejército y una fuerza naval con esfuerzos y recursos chilenos y propios. El nombre del “Ejército Libertador del Perú” era una “nominación alusiva a la grande y filantrópica empresa que le conduce hacia las provincias litorales del Perú”.
San Martín asumió el mando de este Ejército, paralo cual fue nombrado brigadier del Ejército de Chile, y al momento de marchar, se le dieron los despachos de Capitán General. La fuerza estaba compuesto por unidades del Ejército de Chile y del de Los Andes, contaba con cerca de 4.300 plazas, los que para el día del zarpe de la Escuadra Libertadora, el 20 de agosto de 1820, fueron embarcados en Valparaíso en 17 transportes rumbo al Perú. Se esperaba la adición de algunos soldados peruanos voluntarios que irían consiguiendo una vez comenzado el avance sobre el territorio.
Desembarcaron en la Bahía de Paracas y después de ocupar Pisco y Chincha, entraron triunfantes a la ciudad de Lima. El Acta de Independencia el 28 de julio de 1821.
Acción bélica desarrollada durante el periodo de la “Patria Nueva”, enmarcada en la expedición realista a Chile al mando del brigadier Antonio Pareja.
Después del combate de Yerbas Buenas, patriotas y realistas se vieron nuevamente enfrentadas, esta vez al sur de San Carlos. La división realista, perseguida por una división patriota y en vista del grave estado de salud de Pareja, se vio forzada a enfrentar a sus perseguidores. Para ello, el comandante Juan Francisco Sánchez asume el mando y ocupa las alturas, repartiendo en las lomas los cañones y los cuerpos de infantería para evitar el envolvimiento de las tropas patriotas.
La división del brigadier Luis Carrera, a pesar de no contar con las tropas suficientes, inicia el ataque, para luego ser apoyado por con la II División al mando del General en Jefe José Miguel Carrera. El ataque ordenado fue desorganizado por el fuego de la artillería realista. Al cabo de dos horas de combate la derrota patriota era inminente, pero al caer la tarde llega la III División del brigadier Juan Mackenna.
La caballería patriota intenta atacar el cuadro defensivo realista infructuosamente. Al finalizar la tarde el Ejército patriota estaba prácticamente derrotado y las tropas se retiraron a San Carlos.
El resultado de esta sangrienta batalla quedó indeciso pues, pese a los 100 muertos y 70 heridos patriotas, las tropas realistas del comandante Sánchez se retiraran durante la noche hacia Chillán.
Enfrentamiento en el marco de la Campaña de Tacna y Arica durante la Guerra del Pacífico. El Ejército chileno se enfrentó al Ejército Aliado compuesto por tropas bolivianas y peruanas en una batalla memorable por la acción de las tres armas: infantería, artillería y caballería.
Durante la madruga del 26 de mayo, las tropas del general Manuel Baquedano habían iniciado su marcha hacia el campo de batalla. Una vez desplegados en formación de ataque y a los sones de la canción nacional comienza la batalla con un decidido avance por la arena y bajo el fuego enemigo, que causó grandes bajas a las unidades de la primera línea. Lo intenso del combate generó un déficit de munición en los chilenos, lo que hizo decaer el avance, situación aprovechada por los aliados.
Una vez reorganizados los regimientos, las trompetas tocan “a calacuerda” y la embestida chilena fue feroz contra las posiciones aliadas finalizando el combate en un encuentro cuerpo a cuerpo con derroche de valentía por ambos bandos. Siendo las 14:30 hrs. son finalmente derrotados los aliados que emprenden una retirada generalizada.
La trascendencia de esta batalla radica en su planificación acertada, una conducción militar exitosa y en la acción valiente y decida de la tropa, que permitieron, en un momento decisivo de la campaña militar, la derrota de las fuerzas aliadas.
Enfrentamiento producido en el marco de la “Patria Nueva”, que tuvo como resultado la toma de Talcahuano por parte de las fuerzas patriotas.
El General en Jefe del Ejército patriota José Miguel Carrera ordenó formar línea de batalla, avanzó las guerrillas e intimó la plaza. Los realistas contestaron pidiendo cuatro horas para resolver, con el objeto de ganar tiempo y embarcarse. Carrera, sospechando la maniobra, ordenó que las guerrillas cargasen y que subieran a tomar las alturas. Las guerrillas de José Joaquín Prieto y de Ramón Freire apoyadas por 200 soldados del Batallón de Infantes de la Patria y dos piezas de artillería, ocuparon las alturas del lado derecho de Talcahuano, mientras el resto de la infantería y otro cañón avanzaba por las alturas del lado sur.
En poco tiempo obligaron al enemigo replegarse a la plaza. Los realistas hicieron una débil resistencia e intentaron tomar embarcaciones menores para llegar a los buques, siendo muy pocos los que lograron este cometido. Fueron tomados 150 prisiones y gran cantidad de pertrechos.
La Legión al mérito se instituyó mediante decreto supremo el 1° de junio de 1817 con el objetivo de resaltar las virtudes consideradas indispensables, como el patriotismo, la civilidad y el respeto al orden legal.
La condecoración podía ser entregada tanto a militares como a civiles que hubiesen prestado sus servicios a la Patria durante el proceso de Independencia y por sus méritos personales. Al recibir la legión al mérito, se realizaba el siguiente monumento: “Defender la patria, sostener su libertad e independencia, ser siempre fieles al honor y no olvidar jamás la gloriosa distinción con que se les había condecorado”.
Existieron tres categorías: Gran Oficial, Oficial y Legionario.
El entonces Director Supremo Bernardo O’Higgins Riquelme decreta lo siguiente:
“Supuesto que ya no dependemos de España, no debemos llamarnos españoles sino chilenos. En consecuencia mando: que en toda clase de informaciones judiciales, en causas criminales, de limpieza de sangre, en las partidas de bautismo, confirmación, matrimonios y entierros, en lugar de la cláusula: ‘español natural de tal parte’, que hasta hoy se ha usado, se sustituya por la de ‘chileno de tal parte’. Observándose en lo demás la fórmula que distingue las clases, entendiéndose que respecto a los indios, no debe hacerse diferencia alguna, sino denominarlos chilenos”.
Este acto, que incluía a todos los habitantes del territorio por igual, fortaleció la nueva identidad del Chile independiente, afirmando no solo en las batallas sino en la mentalidad de la gente el fin del dominio español.
Combate producido durante la campaña de la Sierra de la Guerra del Pacífico.
La avanzada chilena del destacamento de Pucará fue atacada por el enemigo en la mañana del 3 de junio, siendo flanqueadas por la derecha e izquierda, en un ataque de lanzas, hondas, flechas y rifles.
El teniente Juan Crisóstomo Castro, comandante accidental del Batallón 5° de Línea y que se encontraba al mando de la avanzada chilena, solicitó auxilio a las fuerzas de Pucará. Con la llegada de una compañía conformada por 90 hombres de tropa y dos subtenientes, se emprendió el contraataque, logrando desalojar de sus posiciones al enemigo, causándole 30 muertos y algunos heridos. Por su parte, las fuerzas chilenas tuvieron que lamentar la pérdida del cabo 1° Manuel Jesús Osorio.
La mala acogida que tuvo en sus inicios la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, provocó un ambiente de tensión política al interior de nuestro país. La oposición al conflicto internacional llegó a tal punto que en los primeros días de junio de 1837 se produjo un motín en el Regimiento Maipo, al mando del coronel José Antonio Vidaurre, y el apresamiento del ministro Diego Portales, principal promotor de la contienda contra la Confederación.
Al saberse estos hechos, el almirante Manuel Blanco Encalada, comandante de la Expedición al Perú, preparó sobre el cerro Barón al Batallón Valdivia, los dos batallones de la Guardia Cívica, 70 jinetes y 4 cañones con el propósito de cerrar el paso a los revolucionarios. El 6 de junio Vidaurre atacó a las fuerzas de Blanco Encalada en el cerro Barón, pero su tropa fue dispersada.
Mientras se desarrollaba el combate, el capitán Santiago Florín fusilaba al ministro Diego Portales en las cercanías del Cerro Barón.
El 16 de junio el Gobierno premió a aquellos que derrotaron a los sublevados, disponiendo el uso del distintivo de una medalla de oro en la que figuraba una estrella con cinco rayos que llevaba en el anverso el lema: “A los fieles defensores de la Ley y en reverso: Alturas del Barón - junio 6 de 1837”.
Después de la victoria en la batalla de Tacna, el mando chileno decidió capturar la plaza fortificada de Arica, considerada inexpugnable por el sistema de fuertes y de minas que la protegía. Por su parte, el coronel peruano Francisco Bolognesi, comandante a cargo de esa guarnición, resolvió defenderla “hasta disparar el último cartucho”. Ante la negativa de rendición, se encargó al coronel Pedro Lagos Marchant la misión de atacar y conquistar Arica.
La batalla comenzó en la madrugada del 7 de junio, en dos direcciones. Los infantes del Regimiento 3° de Línea atacaron en dirección del fuerte Ciudadela, llegando al pie de aquellos bastiones y abriendo brechas en los muros para ingresar al fuerte. En el portón del Ciudadela cae mortalmente herido el capitán Tristán Chacón, comandante de compañía, que retirado de la zona de fuego exclamó: “Muero…esa bandera me nubla la vista…. Cumplid con vuestro deber!”. Entre los defensores peruanos se destaca la valiente actuación del coronel Justo Arias Aragüez, comandante del Batallón Granaderos de Tacna.
El otro esfuerzo de ataque, a cargo del Regimiento 4° de Línea fue en dirección a la conquista del Fuerte del Este, acción lograda con pleno éxito. En vista de lo anterior, esta unidad continuó sola el ataque en demanda de los fuertes de la cima del Morro. En el avance cayó mortalmente herido su comandante, el teniente coronel Juan José San Martín. Después de 55 minutos de intenso combate, alcanzaron la heroica victoria, haciendo flamear el pabellón nacional en la cima del Morro de Arica. En recuerdo de esta victoria, nuestro Ejército celebra con esta fecha el día del arma de Infantería.
En esta contienda, se vio reflejado el heroísmo de los soldados y oficiales chilenos y peruanos. Ambos ejércitos, tras memorables acciones de su tropa, sufrieron importantes pérdidas humanas. Del mando chileno, el teniente coronel Juan José San Martín y capitán Tristán Chacón perdieron la vida en combate, mientras que del mando peruano murieron heroicamente los coroneles Bolognesi y Arias Aragüez.
En recuerdo de esta victoria, nuestro Ejército celebra cada 7 de junio el día del arma de Infantería.
El grado de Suboficial Mayor representa la más alta investidura jerárquica en la carrera del personal del Cuadro Permanente, Simboliza la cúspide de la carrera militar en este estamento, de quienes han servido por años con abnegación y sacrificios. El 22 de junio de 1932, conforme al Decreto Ley N°59, se creó en el Ejército el grado de Suboficial Mayor y se fijó su sueldo. Posteriormente, su denominación cambió a Brigadier y así se mantuvo hasta 1953, año en que retomó su antigua denominación. En 1969, en reconocimiento y agradecimiento a los suboficiales mayores de la Institución, se instituye la celebración del “Día del Suboficial Mayor”.
En ocasión del centenario de la independencia de Argentina y el natalicio del prócer Bartolomé Mitre, el presidente argentino Manuel Alvear extendió a Chile la invitación a los cadetes y oficiales de la Escuela Militar para desfilar el 9 de julio en Buenos Aires, junto a las escuelas de Uruguay, Paraguay y Brasil. La delegación, al mando de su Director José María Barceló Lira, estaba compuesta por un batallón de formación de dos compañías de fusileros, abanderados y la banda instrumental.
Llegó el día 6 a la provincia de Mendoza, desde donde partió en la madrugada del 7 a bordo del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico. Frente a la pequeña estación ferroviaria de Alpatacal, el tren que conducía a la Escuela Militar chocó de frente con otro convoy que hacía la ruta inversa, quedando ambos completamente destruidos. Entre la enorme masa de hierros y maderas retorcidas producidas por el choque, seguido por el humo y el vapor del incendio, los cadetes y oficiales debieron actuar con rapidez para salvar a sus compañeros atrapados. Incluso el portaestandarte y sus escoltas, al percatarse que el estandarte había quedado atrapado entre los restos, rescataron dicho símbolo patrio. El accidente tuvo el mayor registro de víctimas en la historia ferroviaria argentina, dejando 30 fallecidos -de los cuales 12 eran chilenos- y 60 heridos.
Tras recibir la noticia, el gobierno dio orden precisa: se debía cumplir con el compromiso que Chile había adquirido. Así, los cadetes ilesos continuaron su viaje a la capital federal, en la cual desfilaron demostrando todo valor, “entre una tempestad de aplausos que parecían rebotar bajo la arcada de la Catedral”, como relataba un periodista trasandino.
La Escuela Militar continúa conmemorando anualmente esta tragedia que, en palabras del Memorial del Ejército de 1937, había demostrado “un hecho incontrovertible: la magnífica organización de la Escuela Militar y su arraigado concepto de la disciplina y del cumplimiento del deber, aun ante las circunstancias más difíciles”.
En el contexto de la Campaña de la Sierra de la Guerra del Pacífico, 77 chilenos defendieron a muerte la plaza de La Concepción, en una emblemática lucha sinónimo de valentía y sacrificio, hito clave en la historia nacional que hoy se conmemora con el Juramento a la Bandera.
Las fuerzas aliadas, al mando del coronel Juan Gastó, atacaron a la compañía chilena del Regimiento 6° de Línea al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto que cubría el poblado de La Concepción. Durante el sangriento combate, en el que fueron cayendo progresivamente los defensores, el mando chileno se negó a aceptar las ofertas de rendición a pesar de la desproporción de fuerzas, por cuanto la columna peruana estaba reforzada por más de 1.500 indígenas montoneros.
Esta heroica hazaña llevó, algunos días después, al comandante de la División del Cetro, coronel Estanislao del Canto a dar la siguiente proclama a las tropas:
“¡Soldados del Ejército del centro! Al pasar por el pueblo de La Concepción, habéis presenciado el lúgubre cuadro de escombros humeantes, cuyo combustible eran los restos queridos de cuatro oficiales y setenta y tres individuos de tropa del Batallón Chacabuco 6ª de línea. Millares de manos salvajes fueron los autores de tamaño crimen; pero es necesario que tengáis entendido que los que defendían el puesto que se les había confiado eran chilenos que, fieles al cariño de su patria y animados por el entusiasmo de defender su bandera, prefirieron sucumbir antes que rendirse!. ¡Un hurra a la eterna memoria de los héroes de La Concepción!”.
Hecho de armas enmarcado en la Campaña de la Sierra de la Guerra del Pacífico. Se trató del enfrentamiento decisivo para el fin de la guerra puesto que terminó por quebrar la voluntad de lucha de las autoridades peruanas.
Al amanecer del día 10 se dio inicio al combate, donde se impusieron las fuerzas del coronel Alejandro Gorostiaga –que sumaban más de 2.200 hombres- logrando desbandar al ejército al mando del general peruano Andrés Avelino Cáceres después de 6 horas de lucha. Durante la persecución posterior no hubo captura de prisioneros, procediéndose a fusilar a todos los que se pudo apresar y perdiendo los peruanos más del 50% de sus efectivos. Con esta derrota, el ejército del centro peruano quedó totalmente destruido.
Se organiza el Cuerpo de Cirujanos para la curación y asistencia del Ejército, mandado a crear por el Congreso el 15 de agosto de 1826. Asimismo, se fija el número de cirujanos y se determina el uniforme que deben llevar.
El gobierno reconoce la importancia de nacionalizar cuanto más se pueda los sentimientos de los chilenos, advirtiendo que la voz “Patria” –usada hasta entonces en todos los actos-, era demasiado abstracta y no individualiza la nación, ni tampoco producía un efecto tan popular como el nombre del país. Se decreta entonces que en todos los actos civiles y militares se usará en adelante la voz “Chile”.
Una faceta poco conocida del religioso fue su presencia en el Ejército, cuando realizó el Servicio Militar, en el marco de un programa para voluntarios universitarios. Hacia mediados de 1920, la guerra contra Perú parecía inminente, ate lo cual se llamó a Cursos de Aspirantes a Oficiales de Reserva por 90 días, convocatoria de la que se hizo eco Alberto Hurtado, que se inscribió en las filas de la institución junto a un grupo de jóvenes amigos, como Manuel Larraín Errázuriz, posterior obispo de Talca; Augusto O. Salinas, futuro obispo de Linares; Álvaro Lavín y Germán Domínguez.
Al momento de su inscripción, Alberto Hurtado cursaba sus estudios de Derecho en la Pontificia Universidad Católica, por lo que tuvo que dividir su tiempo entre las exigencias académicas, su preocupación por los más pobres y el Servicio Militar. Ingresó el 1 de agosto a la 10ma Compañía del 3er. Batallón del Regimiento de Infantería Yungay, que se encontraba acuartelado en Santiago, en el Barrio Recoleta, bajo el mando del teniente coronel Washington Montero. Pronto el aspirante Hurtado asciende de grados, alcanzando el de Teniente 2°.
Con la denominación de “Aguerridos”, el cuerpo fue creado para asistir a las necesidades de los inválidos de la campaña por la independencia. Se organizaría en compañías de 120 hombres acuartelados en el convento de San Francisco y servirían de base todos los inválidos dispersos que habían obtenido cédulas de tales en la guerra de la independencia y aún en el tiempo del gobierno español.
Fue nombrado comandante el coronel graduado, argentino, Mariano Larrazával, encargado de su organización y disciplina.
Se dicta la ley que establece el montepío militar, el cual entrega depósitos de dinero a determinados familiares de los individuos fallecidos de un cuerpo militar.
Si bien hay antecedentes de este beneficio desde la época de la independencia y se menciona en la Ordenanza General del Ejército en 1839, solo en 1855 se establece que el montepío es “una institución piadosa que tiene por objeto el socorro de las familias de los militares, y es una carga que la nación reconoce sobre el tesoro público”. Emanado por el Ministerio de Guerra, para obtenerlo se abría un sumario llamado Expediente de Montepío, el cual contenía diversos documentos mediante los cuales las viudas, hijas solteras o madres viudas de los fallecidos debían certificar su identidad y relación con el fallecido.
Los inicios del uso de banderas y estandartes se pierden en los albores independentistas de Chile, remontándose, posiblemente, a la creación de las primeras unidades militares. Su función era reconocer dónde se encontraba una unidad en el campo de batalla. En un primer momento, las unidades usaron el emblema nacional tricolor. En agosto de 1843, surge la primera gestión oficial para regular las insignias utilizadas por los cuerpos del Ejército y de la Guardia Nacional.
Las banderas de los cuerpos de infantería del Ejército permanente serían de color rojo, mientras que la Guardia Cívica usaría el color azul turquí, ambas llevando en su centro la estrella nacional bordada con hilo de plata y alrededor el nombre del batallón bordado con hilo de oro. Los estandartes, cuyo uso correspondía a las unidades de caballería, serían también rojos y azules, pero con la estrella y el nombre bordado en hilo de plata. Cabe destacar la ausencia de estandartes de la artillería, situación que respondería a que dicha arma, al ser de posición, no necesitaba un elemento de distinción frente a sus propias tropas en el desarrollo de una contienda bélica.
En forma progresiva, se van uniformando las banderas de combate y estandartes. Así, para la Guerra del Pacífico, encabezan las memorables acciones de las campañas de 1879 a 1884. Aquellas insignias pasan a ser depositarias de tradiciones, símbolo de identificación del soldado con su regimiento, imagen ante la ciudadanía en los desfiles y juramentos a la bandera de aquellos soldados que comienzan su vida militar mediante la invocación de Dios y la Patria. Estos estandartes serán utilizados hasta 1892, año en que se adopta la bandera nacional con bordados como símbolos de los cuerpos, actuales estandartes de combate. En el presente, estos símbolos son denominados “Estandartes Históricos”.
Desembarca en el puerto de Talcahuano el general realista Mariano Osorio, de destacada carrera militar, junto a aproximadamente cinco mil soldados armados y entrenados, para reemplazar al brigadier Gabino Gaínza en el mando de sus fuerzas en Chile. Tenía como misión detener el movimiento independentista, en virtud de lo cual envió un oficio dirigido “a los que mandan en Chile”, conminándolos, en nombre del Virrey del Perú, a deponer las armas, por cuanto el Tratado de Lircay no había sido aprobado por el virrey del Perú y ordenaba reanudar las hostilidades.
La mayor sorpresa estratégica había caído sobre los patriotas, quienes, ante el quiebre de su ejército y la enemistad de sus bandos, no pudieron enfrentarse al enemigo correctamente organizado, con buen armamento, disciplina y mando. Tras una hábil campaña, los realistas terminaron triunfaron el 1 y 2 de octubre en el campo de batalla de Rancagua.
Conseguido el triunfo en la Batalla de Maipú en 1818, quedaba por concretar la etapa final del plan concebido por los próceras de la independencia americana: liberar a Perú del dominio hispano. Por esto, durante casi dos años, el Director Supremo Bernardo O’Higgins se abocó a la preparación de una fuerza expedicionaria formada por un ejército y una marina que permitiera materializar ese cometido.
Fue un esfuerzo épico en cuanto a la organización y movilización de recursos. Chile debió asumir por completo las labores de organización y los costos ya que Argentina no pudo remitir los fondos comprometidos debido a los conflictos internos en los que estaba inmerso. Se recurrió a donaciones de particulares -voluntarias y forzadas- para terminar de reunir los fondos necesarios para la preparación de la fuerza expedicionaria.
Por esta razón, tanto el Ejército Libertador del Perú como la Escuadra portaron la bandera chilena y si bien se contó con la participación de figuras extranjeras insignes como José de San Martín y Thomas Cochrane, es importante recalcar que lo hicieron al servicio de Chile.
Finalmente, luego de casi dos años de preparación, la Expedición Libertadora del Perú logró partir el 20 de agosto de 1820 desde Valparaíso.
Acción enmarcada en la segunda Expedición de la Guerra contra la Confederación Perú–Boliviana, que desembarcó en Ancón (Perú) el 6 de agosto 1838.
En su marcha a Lima, luego de haber salvado un largo desfiladero, la vanguardia chilena alcanzó una zona pedregosa, a cuya retaguardia se extiende una línea de alturas casi paralelas a la dirección de la muralla en que está la Portada de Guías (Lima). El comando confederado se había dividido; el general Domingo Nieto se retiraba, mientras que el general Juan Luis de Orbegoso quería defender la ciudad a toda costa. Éste último, advirtiendo que la vanguardia chilena estaba aislada, ordenó a los montoneros y soldados ocultos que rompieran fuego contra las tropas chilenas, que habrían sucumbido si no hubiera llegado oportunamente en su ayuda el primer escuadrón Lanceros y otro de Cazadores a Caballo, que aventaron materialmente a la caballería peruana. A su amparo, los cazadores de infantería emprendieron un ataque metódico que les permitió avanzar hasta la portada, pero quedaron sin munición. En esos momentos llegaban los regimientos “Carampangue” y “Colchagua”, que cargaron sobre el centro de la línea enemiga. La lucha fue de una violencia extraordinaria, pues las tropas chilenas eran fusiladas por el frente, por los flancos y aun desde los edificios que iban dejando atrás. Como al anochecer la situación prosiguiera indecisa, se dispuso que el batallón “Portales” y el “Valparaíso” se adelantaran por el flanco derecho y que una compañía del “Carampangue” coronase una altura de la izquierda, a fin de quebrantar la resistencia que el enemigo oponía en el centro.
A las 17:00 hrs., los confederados emprendieron la retirada hacia la plaza mayor, dispersándose, cediendo el terreno y replegándose al Puente de Piedra de Lima. Ya en la noche, se acampaba en Lima y al día siguiente el Ejército Restaurador desfilaba por las calles de la ciudad.
Batalla producida en el marco de la Campaña del Centro de la Guerra Civil de 1891.
Cuando las fuerzas gobiernistas perdieron el control de la zona norte del país, los contingentes fueron reagrupados en cuatro divisiones ubicadas en el territorio entre Coquimbo y Concepción. Por su parte, las tropas revolucionarias desembarcaron en Quintero el 20 de agosto y, al día siguiente, se enfrentaron a las divisiones gobiernistas que se defendía en la ribera sur del río Aconcagua.
Luego de un cruento combate que se extendió por 5 horas, el bando congresista consigue la victoria, dejando un saldo considerable de heridos y muertos.
Acción de armas durante la “Patria Vieja”, en el que se enfrentaron dos facciones del bando patriota. Después del Tratado de Lircay y de vuelta al gobierno del brigadier José Miguel Carrera y sus partidarios, se produjo un quiebre entre los patriotas que llegó al enfrentamiento entre ambos bandos.
El día 26 de agosto de 1814, las tropas de Bernardo O´Higgins cruzan el río Maipo con tan sólo 400 hombres y dos cañones. Desde Santiago, el coronel Luis Carrera preparaba un contingente cercano a los 1.200 hombres. El combate se inició aproximadamente a las 13:00 hrs. y terminó pasada las 18:00 con el triunfo de los Carreras. En el sector de Tres Acequias, se realizó un cañoneo prolongado, y posterior repliegue de las tropas carreristas al observar la trayectoria a su favor del combate. O´Higgins, en las inmediaciones del sector norte de Ochagavía, perdió su caballo, fue herido de bala, y tuvo que retirarse. Dos cañones de propiedad de sus tropas fueron perdidos en el lugar.
Sin embargo, a consecuencia de la llegada al país del brigadier Mariano Osorio, el 13 de agosto de 1814, esta situación se revirtió y se produjo la reconciliación entre O´Higgins y Carrera, con la finalidad de unir fuerzas para enfrentar a los realistas, en lo que sería la decisiva batalla de Rancagua.
Segunda batalla de la Campaña del Centro de la Guerra Civil de 1891.
A una semana de la batalla de Concón, el ejército congresista, comandado por el coronel Estanislao del Canto y su Jefe de Estado Mayor Emilio Körner, derrotó definitivamente al ejército gobiernista al mando de los generales Orozimbo Barbosa y José Miguel Alcérreca, los primeros generales en morir en combate.
Esta batalla significó la caída del gobierno de Balmaceda y el fin de la Guerra Civil de 1891.
La Batalla de Yungay, del 20 de enero de 1839, marcó el triunfo definitivo del ejército chileno por sobre sus adversarios durante la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana. La importancia del hecho y el impacto que produjo inspiraron la creación de un himno que conmemorara lo acontecido, el cual alcanzó tal popularidad que fue considerado, hasta avanzado el siglo XX, como un segundo himno nacional, e incluso se enseñaba e interpretaba en escuelas y liceos.
La letra fue escrita por Ramón Rengifo y la música por José Zapiola. Parte de su letra dice lo siguiente:
¡Oh, patria querida,
qué vidas tan caras,
ahora en tus aras
se van a inmolar!
Su sangre vertida
te da la victoria;
su sangre, a tu gloria
da un brillo inmortal!
Cantemos la gloria
Del triunfo marcial
Que el pueblo chileno
Obtuvo en Yungay.
Primer movimiento militar encabezado por los hermanos Carrera, que tenía como objetivo principal cambiar la conformación del naciente Congreso Nacional. José Miguel Carrera presentó ante el Congreso una lista de peticiones a nombre del pueblo de Santiago, que significó la suspensión del cargo de miembros de tendencia realista o moderados.
Fue una de las primeras acciones decretadas por la Junta Gobiernista luego del fin de la Guerra Civil de 1891, en cuyo marco se produjo la reestructuración de los regimientos de infantería, que pasaron a ser batallones, conservando la misma denominación.
Días después se decretó que sólo se reconocerán como miembros del Ejército y de la Armada a aquellos oficiales y soldados que estuvieron bajo las órdenes de la Junta de Gobierno liderada por Jorge Montt, Waldo Silva, Ramón Barros Luco y Joaquín Walker.
Por otra parte, como una manera de distinguir a los oficiales y soldados, se otorgó compensaciones a los que participaron en las batallas de Concón y Placilla, la cual consistió en el goce de tres meses de sueldo. Para los sargentos, cabos de mar y marinería de la Escuadra que se encontraban el 7 de enero en servicio, tuvieron derecho a un mes de goce de sueldo.
A pesar de las recompensas que existieron para algunos, se disolvieron los batallones de infantería N° 5, 6 y 8 y los Escuadrones de Caballería N° 1, 2, 3 y 4, unidades que tuvieron un compromiso significativo con las fuerzas balmacedistas.
Se dicta la Ley N° 1462 “De reclutas y reemplazos del Ejercito y Armada”.
Esta ley establecía el Servicio militar obligatorio por parte de “todos los chilenos de veinte a cuarenta y cinco años de edad, en estado de cargar armas”. Se estipulaba que el servicio en las unidades debía durar al menos 9 meses, pasando posteriormente a la Reserva por un periodo de 9 años.
El texto de esta ley fue posteriormente refundido por Decreto 214 del 02 de marzo de 1921.
Después de casi tres semanas de la partida de la Expedición Libertadora del Perú desde Valparaíso, el Ejército Libertador del Perú desembarcó en Pisco, entrando a la ciudad algunas horas más tarde. Este hecho marca el inicio de una serie de episodios de la historia peruana en camino a concretar su Independencia.
Nació del proceso de discusión y evaluación de la Guerra del Pacífico y su fundación es el mayor alcance logrado en el proceso de profesionalización del Ejército. Se constituyó en el primer instituto en formar a Oficiales de Estado Mayor y en incorporar el nivel operativo en la conducción militar.
Su evolución como establecimiento docente superior ha considerado la diversificación y la multiplicación de estudios, el aumento de títulos y grados que otorga, consolida su solidez con el reconocimiento del Ministerio de Educación como Instituto de Educación Superior en 1990, con la difusión de la Ley Orgánica Constitucional de Educación, facultándola para entregar títulos profesionales y grados académicos a profesionales militares y civiles que estudien en sus aulas.
La misión fundamental de la Academia de Guerra es formar especialistas de Estado Mayor, capacitando a los oficiales para la conducción, mando y asesoría en todos los escalones institucionales, en los niveles táctico, operativo, estratégico y conjunto. Además, tiene como objetivo la preparación profesional y general del oficial de acuerdo al avance de las ciencias, capacitándolo para desempeñarse en las actividades relacionadas con los campos de acción que conforman las áreas de Desarrollo y la Seguridad Nacional.
El primer cuartel ocupado por la Academia fue el edificio ubicado entre las calles de Morandé y Teatinos, en la Alameda de las Delicias. Uno año más tarde, la Academia se trasladó al Edificio Alcázar, de la Escuela Militar, para posteriormente ubicarse en la Alameda con García Reyes. Finalmente, a partir de 1974, se traslada a la comuna de La Reina, donde se encuentra actualmente.
Acontecimiento que marca el inicio del alzamiento contra el gobierno del presidente Manuel Montt. Se trataba del primer movimiento armado contra de los gobiernos conservadores, el cual estuvo encabezado por el general José María de la Cruz.
El movimiento revolucionario fue finalmente sofocado en la batalla del Loncomilla, que se desarrolló en diciembre de ese mismo año.
En Santiago tiene lugar una gran asamblea a la cual concurren todas las autoridades y vecinos prestigiosos de la ciudad, presididos por el Conde de la Conquista Mateo de Toro y Zambrano. Se acordó allí constituir una Junta Gubernativa que rigiese los destinos de Chile mientras se mantuviera el cautiverio del Rey de España, un acto revolucionario que inició el proceso independentista de Chile. Entre sus principales obras se pueden mencionar la creación de las primeras unidades para la defensa ante el enemigo externo, la declaración de libertad de comercio y la convocatoria para el Primer Congreso Nacional.
Enfrentamiento ocurrido durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, después del Combate de Portada de Guías. El general Manuel Bulnes había desplegado al Batallón Santiago, al mando del comandante José María Sesse, y a una columna peruana de 60 cazadores al mando del coronel Juan Crisóstomo Torrico, en el valle de Matucana, a 85 kilómetros al sureste de Lima.
El 18 de septiembre, mientras las fuerzas restauradoras celebraban la independencia de Chile, se produjo un ataque de las avanzadas del mariscal Andrés de Santa Cruz, al mando del general Francisco de Paula Otero, formado por cazadores montados y soldados de infantería. El combate se inició con la caballería de los confederados seguida por la infantería. Seguidamente, se produjo un sangriento enfrentamiento en las calles del pueblo de Matucana que terminó a las 17:00 hrs. con la retirada hacia el valle de las fuerzas confederadas y muchas bajas.
Con un acto de gran solemnidad se inaugura en Santiago una estatua ecuestre del general Manuel Baquedano González, héroe de la Guerra del Pacífico.
La obra, encargada al escultor Virginio Arias y se emplazó en una plaza que adquirió la denominación de “Plaza Baquedano”, lugar en el que estuvo por casi 90 años. Algunos años después de su inauguración, se conformó un conjunto escultórico mayor al añadírsele una mujer que personifica a la “Gloria”, un soldado y los dos sobre relieves de las batallas de Chorrillos y Miraflores, además de los restos de un soldado desconocido fallecido en combate durante la Guerra del Pacífico que fue enterrado a los pies del monumento.
Los antecedentes de la parada militar se remontan a la tradición recibida del Ejército Español en el Reino de Chile: en cada festividad oficial, el estandarte Real era paseado por las principales calles de la capital, rodeado por las unidades de Guarnición.
Las paradas militares que conocemos ahora, nacieron con la llegada de los instructores alemanes a Chile en 1895. Han conservado sus características esenciales, experimentando algunas modificadas debido a las innovaciones propias del progreso de técnico militar de las diversas armas.
La primera ceremonia en la que participó el Ejército de Chile se efectuó en la mañana del 19 de septiembre de 1810 en la Plaza de Armas de Santiago, en ocasión de la proclamación del acta de instalación de la Junta de Gobierno.
La Parada Militar de 1910, llamada “Del Centenario”, marcó un hito en la historia de los desfiles del Ejército. A pesar de que el gobierno chileno había sufrido la pérdida de su primer mandatario, Pedro Montt Montt, y sólo unos pocos días más tarde la del vicepresidente, Elías Fernández Albano, la virilidad del pueblo, el patriotismo de los gobernantes, como la correcta organización de su Ejército, hizo posible que esta celebración fuera presentada sin alteraciones, efectuándose una de las paradas más espectaculares de su historia.
Por decreto supremo de 1915 se declara como feriado legal el 19 de septiembre en honor a “Las Glorias del Ejército”. De esta forma, año a año se conmemora con una Gran Parada Militar en la elipse del Parque O’Higgins y paradas militares en las guarniciones militares de regiones.
Hasta 1947, la Parada Militar conservó la misma estructura general. El progreso técnico de las diversas armas fue dándole nuevas modalidades, especialmente por la incorporación de unidades motorizadas, mecanizadas y blindadas. Aun así, su espíritu será el mismo y seguirá simbolizando la íntima comunión espiritual del Ejército con el pueblo y con las tradiciones que guarda nuestra historia militar
El primer escudo que fue utilizado en el país fue formalizado por el gobierno de José Miguel Carrera en 1812, cuando aun se lucha por la independencia. En su diseño destacaba una “estrella radiante” e incorporaba dos leyendas en latín: “Post tenebras luz” y “Aut concilio aut ense”.
Un segundo escudo fue legalizado por el Congreso Nacional, mediante decreto el 23 de septiembre de 1819. Este emblema se denominó “Escudo de Armas de la Patria” y se adoptó ante la necesidad de “colocar las armas nacionales sobre la puerta del Palacio de Gobierno…teniéndose por las armas de la patria el escudo”. Estaba formado en campo azul oscuro, ubicada en su centro, una columna de orden dórico sobre su pedestal de mármol blanco, encimada del mundo nuevo americano, submontado de un letrero que decía “Libertad”. Sobre este, una estrella de cinco puntas representante de la provincia de Santiago; a los lados de la columna, otras dos estrellas iguales por Concepción y Coquimbo, orlado todo de ramas de laurel, que, amarradas con una cinta tricolor, simbolizaban los cuerpos de las Armas de la República: Infantería, Artillería y caballería.
Este escudo fue sustituido posteriormente por el que se determinó en 1834.
Combate en el marco de la “Guerra a Muerte”.
Sucedió en la zona de Pangal en la ribera norte del Laja, entre las tropas de Vicente Benavides, comandadas por el coronel Juan Manuel Picó y las fuerzas patriotas al mando de Benjamín Viel y Carlos O’Carrol.
Los patriotas descendieron al llano de Pangal y el coronel Picó empezó el combate con una carga de sable, a la que respondieron las fuerzas patriotas con una descarga de fusilería, permitiendo con ello a las fuerzas realistas envolverlos, cayendo sobre infantes y artilleros.
El comandante O’Carrol, vuelto en sí de la sorpresa, se introdujo –sable en mano- “en medio de la vorágine de cuchilladas que formaban los combatientes”. El campo de batalla, relata Benjamín Vicuña Mackenna, “quedó convertido en un corral de sables y de lanzas, en que iban rindiendo la vida los mejores hijos de Chile”.
El teniente coronel O’Carrol fue unos de los primeros en caer en manos de los montoneros. En cuanto a sus soldados, se estima que alrededor de 300 de ellos quedaron en el campo de Batalla.
Ante la amenaza del bloqueo y bombardeo de los puertos de Chile en el Pacífico por parte de la Escuadra Española, la Cámara de Diputados de nuestro país aprobó -el 24 de septiembre de 1865- el proyecto de ley que autorizó al presidente de la República a declarar la guerra contra España, la que se oficializó al día siguiente. En los días posteriores se promulga una serie de leyes de emergencia para hacer frente a la guerra.
En el combate de Abtao (07 de septiembre de 1866) y otras escaramuzas (como Tubildad), la fuerza hispana no logró dañar a la escuadra chileno-peruana, por lo cual se concentró en Valparaíso. Ante la negación de Chile de devolver la nave capturada en Papudo (Covadonga) y darle las demás satisfacciones exigidas, la escuadra hispana bombardeó el puerto el 31 de marzo de 1866. Fueron desplegadas las fuerzas de infantería y artillería del Ejército en caso de un eventual desembarco. Luego de este hecho, la escuadra española zarpó al Callo, donde fue duramente atacada, viéndose obligada a abandonar Sudamérica.
Al año siguiente, Chile suscribió con España un tratado de tregua, refrendado después por un armisticio en 1871 y por un tratado de paz definitivo en 1883.
En el contexto de la “Guerra a Muerte”, después del desastroso Combate de Pangal, el teniente coronel José María de la Cruz intentó dirigirse a Los Ángeles con el propósito de reunirse con el Mariscal Andrés de Alcázar, pero recibió la orden de replegarse a Concepción.
Mandó un emisario dando la orden a Alcázar que se replegara a Concepción. Sin embargo, el emisario fue tomado prisionero y le llegó a Alcázar una orden totalmente opuesta la cual decía que debía cruzar el Laja por el vado de Tarpellanca, en donde recibiría socorros desde Concepción.
Cruzando el río Laja, el jefe patriota fue informado de la proximidad de Vicente Benavides y del coronel Juan Manuel Picó. Ordenó en el acto a esa fuerza volver a la isla, a pesar de quedar en una situación desventajosa y vulnerable. El batallón formó el cuadro y ubicó en los ángulos las piezas de artillería. Las mujeres y niños fueron introducidos en el interior del cuadro.
El combate comenzó a las 11 de la mañana extendiéndose hasta la noche, momento en el dio una pausa en la lucha. En el campo patriota se habían agotado las municiones y corría la noticia de que contingentes numerosos de indígenas caían sobre Los Ángeles. El mariscal Alcázar, por otra parte, sabía que ni Benavides ni Picó le perdonaría la vida en caso de ser derrotado. Sin embargo, se le hizo presente que si capitulaba se salvarían las mujeres y niños por lo cual accedió a rendirse. Lamentablemente el compromiso no fue cumplido, siendo asesinados los hijos y esposas de los rendidos.
Enfrentamiento que marcó el fin de la “Patria Vieja” y el inicio de la “Reconquista”.
El enfrentamiento se dio en el intento por frenar el avance hacia Santiago de las fuerzas realistas comandadas por el general Mariano Osorio.
La batalla se inició a las 10 de la mañana del 1° de octubre, con el ataque simultáneo de los realistas contra cada una de las trincheras que ocupaban los patriotas en Rancagua. Luego de un duro día de batalla y habiéndose agotado los víveres y las municiones, el brigadier Bernardo O’Higgins solicitó refuerzos al brigadier José Miguel Carrera, quien se encontraba con la División de Reserva. Sin embargo, la ayuda nunca llegó y en la mañana del 02 de octubre, O’Higgins ordenó emprender la retirada para evitar el aniquilamiento del contingente que quedaba en Rancagua. Fue así como alrededor de 500 hombres galoparon por la calle de La Merced hacia campo traviesa con el propósito de romper el cerco y emprender la retirada hacia Santiago.
Luego de esta derrota, los patriotas comienzan la migración a Mendoza, lugar en donde se preparará al Ejército de Los Andes que retornará a Chile en 1817.
El 08 octubre de 1811 el Congreso Nacional encargó al diputado Francisco Ramón Vicuña la organización de una fábrica para la construcción y reparación de armas del Ejército patriota. Su funcionamiento y las adquisiciones estarían a cargo del Comandante General de Armas, Juan Mackenna O’Reilly, mientras que la dirección estaría dirigida por José Antonio Rojas, quien la pone en marcha e introduce los conocimientos necesarios para esta primera etapa, en la que la fábrica se abocó a la reparación y producción de sables, fusiles y cañones.
Con la emigración de los patriotas a Mendoza en 1814, el general San Martín llama al Fray Luis Beltrán para que se haga cargo de la fábrica de armas que se organizaba en esa ciudad, indispensable para abastecer al Ejército de Los Andes que iría a la reconquista de Chile. Beltrán logra organizar y operar la Fábrica de Armas, pese a la escasez de medios materiales. Una vez iniciada el periodo de la “Patria Nueva”, la Fábrica continuó su funcionamiento, respondiendo a importantes desafíos, como lo fue equipar al Ejército Libertador del Perú.
Durante sus más de dos siglos de existencia, FAMAE ha contribuido a la permanente modernización de las Fuerzas Armadas mediante su desarrollo tecnológico, fabricaciones e integraciones de armamentos, materiales y pertrechos indispensables para el equipamiento de las unidades.
Enfrentamiento durante la “Patria Nueva”, en el marco de la “Guerra a Muerte”. El brigadier Joaquín Prieto derrota al montonero Vicente Benavides en la actual comuna de Pinto.
Combate en el marco de la “Patria Nueva”, que dio origen a la leyenda del “Salto del Soldado”.
Luego de la Batalla de Rancagua, José Miguel Carrera inicia el cruce hacia Mendoza desde Santa Rosa de los Andes, llevando consigo a todas las tropas que se pudieron reunir, además de algunos fondos y documentos públicos. El 11 de octubre, a la altura de la Ladera de Los Papeles, fueron atacados por los realistas que los perseguían. Los patriotas fueron rápidamente sobrepasados y obligados a retirarse.
Es en esta huida donde se forja la leyenda del “Salto del Soldado”. Se cuenta de un patriota que, para distraer a los realistas que perseguían a su columna, se separa del grupo y las emprende a caballo por las quebradas. Siendo perseguido de cerca, llega a una abrupta quebrada de unos nueve metros de ancho. En este lugar, habría saltado con su caballo, logrando llegar a la otra orilla. Ante aquella osadía, los realistas desistieron de la persecución.
Sea cierto o no, la brecha en la quebrada a la que hace alusión la leyenda existe y puede observarse camino a Mendoza.
Enfrentamiento en el marco de la “Patria Nueva”.
Al amanecer del 17 de octubre los realistas atacaron por sorpresa a las tropas patriotas comandadas por José Miguel Carrera en el vado de El Roble (río Itata). La sorpresa fue tal, que el desbande fue general y la derrota era inminente. Sin embargo, el entonces coronel Bernardo O’Higgins organizó las fuerzas y condujo a las tropas avivándolos con su célebre frase: “¡Vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente sígame!”. La conducción valerosa de O’Higgins permitió conseguir la victoria de un encuentro que se creía perdido, y le valió ser nombrado General en Jefe del Ejército Patriota, reemplazando al brigadier José Miguel Carrera.
Esta acción de guerra, si bien fue de menor importancia desde el punto de vista de la magnitud de las fuerzas participantes y de sus resultados, constituyó un hito en la campaña de la Patria Vieja, ya que fue la primera victoria real y efectiva alcanzada por los patriotas. El contingente participante, pese a su escasa instrucción militar, actuó con convicción al subordinarse a un mando que demostró liderazgos decidido cuando el desarrollo de la contienda más lo ameritaba, logrando que sus tropas fueran eficaces para conseguir la victoria.
Enfrentamiento desarrollado en el marco de la Campaña de Arequipa de la Guerra del Pacífico. Producida la victoria en la batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883), solo Ayacucho y Arequipa presentaban focos de resistencia activos. El gobierno chileno, interesado en acabar con las fuerzas contrarias a la paz, ordenó la organización de una fuerza expedicionaria, iniciándose en septiembre de 1883 la campaña de Arequipa, la última de la Guerra del Pacífico.
En el combate, el coronel Vicente Ruiz al mando de una fuerza conformada por los batallones “Santiago”, “Rengo”, “Carampangue” y parte del “Los Ángeles”, derrotan al coronel peruano José Godínez en la zona de Huasacache, Perú.
A las 8:30 hrs. del 22 de octubre, el coronel Vicente Ruiz, obedeciendo una orden del Jefe de la Expedición, realiza una exploración a la Cuesta de Huasacache, acompañado del Batallón “Santiago”, una pieza de Artillería y una Compañía del Escuadrón “Las Heras”. A las 22:00 hrs. se inicia la operación de conquista de la Cuesta de Huasacache, avanzando el coronel Ruiz por la izquierda del dispositivo adversario mientras que por la derecha comenzaba a escalar el Batallón 4° de Línea. A las 04:30 de la mañana, las fuerzas del coronel Ruiz coronaban las alturas de la cuesta y una hora y media más tarde, la bandera chilena ondeaba en todas las posiciones peruanas, las que habían caído sin disparar un solo tiro ya que los defensores habían huido.
Con esta victoria, la suerte de Arequipa estaba sellada.
Hito de la etapa final de la Campaña de Arequipa.
La división al mando del coronel José Velásquez Bórquez, obtiene una serie de victorias en su avance, culminado el 29 de octubre de 1883 con el ingreso de la caballería chilena a Arequipa. De manera simultánea, en el pueblo de Paucarpata (a unos 6 kms. de la ciudad), el coronel Velásquez y su Cuartel General recibían la rendición de Arequipa de manos del alcalde y del Cuerpo Consular.
La ocupación completa del departamento de Arequipa -que se reforzaría con la ocupación de la provincia de Puno-, terminó por quebrantar la voluntad de resistencia peruana. La Campaña de Arequipa fue uno de los grandes éxitos de la Guerra del Pacífico, cuyo objetivo no se logró por sangrientos encuentros, sino que solo con escaramuzas esporádicas.
Se publica un bando llamando al servicio militar a todos los ciudadanos entre 16 a 60 años de edad, y se les ordena reconocer cuartel.
En Chile, la recientemente instalada Junta de Gobierno se preocupó de organizar las primeras unidades del Ejército, instruirlas, equiparlas y preparar la defensa de los territorios del Reino. Así lo demuestran los intentos de conformación de un batallón de Infantería; unidades de Caballería y unidades de Artillería, en el caso de esta última irían a reforzar las ya existentes provenientes de período colonial. Por otra parte, se incentivó la adquisición de armas y a los ciudadanos que se presentasen armados a cualquier cuerpo militar, otorgándoles un escudo al brazo con el lema “Con su valor y espada salvo la patria amada”. Así, se llamó al servicio de las armas a todo hombre libre en estado secular, desde los 16 a 60 años.
Enfrentamiento que inicia la Campaña de Tarapacá de la Guerra del Pacífico.
Tras meses de organización y preparación, tropas chilenas desembarcan y capturan el puerto de Pisagua. El ataque comenzó en la mañana del 02 de noviembre con el bombardeo a los dos fuertes que resguardaban el puerto. Eliminadas esas defensas, se dio inicio al desembarco, ardua operación anfibia que debió hacerse en medio de un constante fuego enemigo. El combate fue duro, especialmente para las primeras fuerzas encargadas de conquistar la cabeza de playa, correspondientes a tropas de la Brigada Zapadores y del Batallón Atacama. Aún con las dificultades que presentó esta acción militar, las fuerzas chilenas consiguieron la victoria con un número mínimo de bajas, en contraste a las numerosas pérdidas enemigas.
La consecuencia de esta victoria es que el Ejército de Chile quedó asentado en territorio enemigo, en un punto que podía ser apoyado logísticamente desde Antofagasta y Valparaíso. Desde este lugar, se podía conducir la penetración en la provincia de Tarapacá, al mismo tiempo que permitía la separación del Ejército aliado entre Arica e Iquique.
Debido al éxito del desembarco y de la importante acción de los Zapadores se instituyó esta fecha como el Día del Arma de Ingenieros.
Enfrentamiento de caballería en el marco de la Campaña de Tarapacá de la Guerra del Pacífico.
Capturado el puerto de Pisagua se ordenó un reconocimiento al interior del Departamento de Tarapacá. Así, el 05 de noviembre un escuadrón del Regimiento Cazadores a Caballo, utilizando como eje de avance la línea del ferrocarril, se internó en la región. Al día siguiente, se dirigieron a la oficina “Agua Santa” en donde divisaron tropas aliadas. La avanzada del escuadrón decidió enfrentarlos, pero, ante el intenso fuego enemigo, debió replegarse para reorganizar el ataque. La nueva carga realizada por los cazadores fue tan efectiva que finalmente desorganizó al adversario y lo obligó a retirarse. La huida aliada fue perseguida por los jinetes chilenos, quienes libraron verdaderos combates individuales dispersos en la amplitud de Pampa existente entre las oficinas de “Agua Santa” y “Germania”.
El éxito chileno en este combate de caballería significó que se obtuviera la posesión de 70 kilómetros de ferrocarril.
La soberanía que Chile ejerce en el Territorio Antártico data del año 1940 cuando el presidente Pedro Aguirre Cerda a través del Decreto 1747 del 6 de noviembre estableció los límites en el “continente blanco”. El decreto señalaba que:
“Forman la Antártica chilena o territorio antártico, todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares, pack-ice y demás, conocidos y por conocerse, y el mar territorial respectivo, existente dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53º longitud oeste de Greenwich y 90º de longitud oeste de Greenwich”.
El Decreto N° 1.747 es el pilar fundamental de la política antártica de Chile y al establecer los límites en ese territorio culminaba una larga data de legítimas reclamaciones de soberanía.
Por otra parte, la posterior creación de bases y las visitas de los presidentes de la República fueron importantes acciones para ejercer de manera efectiva la soberanía.
Entre el 15 y 16 de noviembre de 1811 se llevó a cabo el segundo movimiento militar que instaló al brigadier José Miguel Carrera como presidente de la nueva Junta Provisional de Gobierno.
El origen del movimiento se remonta a las discrepancias al interior del bando patriota respecto al rumbo que debía seguir el proceso que, para esa época, todavía no tenía un objetivo claramente emancipador. El grupo de los “exaltados”, que defendían ideas más radicales, encontró en José Miguel Carrera a su principal líder. En septiembre de 1811, Carrera ya había dirigido un primer movimiento militar con el objetivo de acelerar el proceso que se estaba desarrollando. Sin embargo, este hecho no tuvo el efecto esperado y las discrepancias entre ambos grupos continuaron.
En ese contexto, en la madrugada del 15 de noviembre de 1811, José Miguel junto a sus hermanos iniciaron el movimiento militar. Rápidamente, la artillería se plegó en su totalidad al movimiento. Posteriormente, las tropas de las principales unidades que se encontraban en la capital recibieron la orden de no moverse de sus cuarteles, al mismo tiempo que se habían colocado cañones de artillería y fracciones de soldados en los puntos neurálgicos de la ciudad. En medio de estos hechos fue convocada una asamblea popular en la que participaron los principales vecinos de Santiago y que el 16 de noviembre dio como resultado la elección de la nueva junta dirigida por José Miguel Carrera.
A pesar de que José Miguel Carrera se mantuvo en el poder solo hasta 1813, durante su gobierno se pudieron concretar varios de los ideales independentista en Chile, de lo cual dan prueba obras como la dictación del Reglamento Constitucional de 1812, la elaboración de los primeros símbolos patrios y la fundación de importantes instituciones (como la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional).
Mediante Decreto-ley N.° 106 del 19 de noviembre de 1924 se organiza la Inspección General del Ejército como Comando Superior del Ejército. Según las disposiciones del citado decreto, todos los institutos, reparticiones y comandos que hasta ese momento se entendían directamente con el Ministerio de Guerra pasaban a depender de la Inspección General del Ejército.
El Inspector General del Ejército, cuyo puesto lo ocuparía el Oficial General designado por el Presidente de la República, trabajaría directamente con el Ministerio de Guerra, teniendo como atribución fijar las líneas generales de los trabajos y planes que corresponde elaborar al Estado Mayor General. Además, sería la autoridad que asumiría el mando del Ejército en campaña.
La dictación de la medida se justificaba en la conveniencia de centralizar el mando y la administración del Ejército bajo la autoridad de un General de la República, considerando como una ventaja innegable el tener junto al Ministerio de Guerra un consultor que domine las doctrinas y la técnica en todo lo concerniente a la preparación eficaz de la defensa nacional.
La influencia alemana recogida por la Institución a fines del siglo XIX hizo presente las ventajas de contar con establecimientos de enseñanza de la doctrina de cada una de las armas. En este contexto se hizo imperiosa la necesidad de contar con una escuela que permitiera aunar criterios en la instrucción de equitación de las unidades y desarrollar en los oficiales y clases de las armas montadas los conocimientos táctico-técnicos de su especialidad.
Por otra parte, se consideró necesaria la formación de personal competente en las áreas de veterinaria y herraje y la entrega de conocimientos ecuestres a los oficiales de Artillería para el servicio del Ejercito. El decreto que dispuso su creación corresponde al N.° 1.652 de fecha 18 de noviembre de 1903, que establece la organización de la “Escuela de Aplicación de Caballería”, dependiente del Departamento de Instrucción.
El nuevo Instituto comenzó a funcionar a partir de enero del año 1904 en la avenida José Miguel Infante, casi esquina de Avenida Irarrázaval (comuna de Ñuñoa), siendo su primer Director el sargento mayor Agustín Echavarría Moreno.
De esta manera, el Instituto inició sus actividades contando en sus instalaciones con la infraestructura mínima necesaria para desarrollarlas, tanto para el alojamiento del personal como para la instrucción y naves para el ganado, correspondiente a las distintas unidades que en ese entonces conformaban la Escuela.
En el contexto del avance chileno por la región de Tarapacá (Campaña de Tarapacá), se produce el 19 de noviembre de 1879 la Batalla de San Francisco (Dolores).
En la noche del 18 de noviembre, las fuerzas chilenas que se encontraban en la Estación “Dolores” al mando del coronel Emilio Sotomayor, reciben noticias de que el General peruano Juan Buendía se aprestaba a atacar desde Santa Catalina. El mando chileno decide tomar posiciones defensivas en los cerros cercanos a la estación, y las fuerzas se distribuyen de tal manera que permite dar un especial énfasis al empleo de la Artillería.
En la tarde del 19 de noviembre, una vez que estalló la batalla la situación se mostró sombría para las fuerzas chilenas. Ejemplo de esto fue el ataque a la posición de artillería del mayor José de la Cruz Salvo, cuyos hombres debieron batirse cuerpo a cuerpo para defender sus cañones. El refuerzo de los soldados del Batallón Movilizado Atacama y del Coquimbo permitió defender esta posición y que la artillería continuara con su fuego certero, mientras que, en el resto del campo, la batalla se había generalizado.
El general Buendía insistía en envolver la posición chilena, pero los aliados fueron rechazados en todos los sectores. Finalmente, el ataque enemigo, producto de los fuegos de artillería, perdió el ímpetu y al notar la retirada de su caballería, se precipitó la del resto de las fuerzas.
La victoria chilena permitió afianzar la ocupación militar del Departamento de Tarapacá y se tomó la decisión de avanzar hacia el sur para exigir la rendición de Iquique.
La ocupación de la ciudad de Iquique fue la consecuencia directa de la victoria obtenida en la batalla de San Francisco.
Las marinerías de las embarcaciones chilenas “Cochrane” y “Blanco” que bloqueaban el puerto de Iquique, a requerimiento de los representantes consulares, ocuparon la ciudad que había sido abandonada por las autoridades y funcionarios peruanos. En la tarde de ese día el coronel Emilio Sotomayor se trasladó a Iquique junto a un batallón del Regimiento Esmeralda -en cuyas filas se encontraba el entonces subteniente Ignacio Carrera Pinto-, tomando posesión de la plaza sin ninguna resistencia. Más tarde, se nombra como Comandante General de Armas de la ciudad al capitán de navío Patricio Lynch.
Los prisioneros de la “Esmeralda” que se encontraban en la zona fueron embarcados y festejados en el “Cochrane”.
Enfrentamiento durante la “Guerra a Muerte”.
En septiembre de 1820, el caudillo Vicente Benavides inició su plan de campaña, cuya idea era obligar a Ramón Freire a desguarnecer Concepción y así atacar la ciudad con otra fuerza que se encontraba en espera. Luego de una seguidilla de combates, Freire abandonó Concepción con la intención de auxiliar a las tropas patriotas, pero reconsideró su decisión y se refugió en Talcahuano. Tomado Concepción por las montoneras realistas, Benavides establece un sitio en Talcahuano.
La situación de las tropas patriotas sitiadas era apremiante, pus o contaban con víveres ni vestuario. Sin embargo, después de recibir apoyo en pólvora desde Valparaíso, Freire decidió en una Junta de Guerra romper el cerco, derrotar al enemigo y abastecerse de recursos, tanto al personal militar de la guarnición como a los habitantes refugiados en la plaza de Talcahuano.
Así, el 25 de noviembre, en la acción de Las Vegas de Talcahuano, las tropas patriotas obtuvieron una aplastante victoria sobre las fuerzas de Benavides, que sufrieron la persecución y matanza.
La batalla de Tarapacá fue el enfrentamiento decisivo de la campaña homónima.
En esta batalla, una División chilena al mando del coronel Luis Arteaga arremete contra las fuerzas peruanas, superiores en número, del general Juan Buendía. El combate duró casi 10 horas y se caracterizó por un complejo desarrollo táctico: hubo enfrentamientos tanto en el fondo de la quebrada como en el alto de Tarapacá. Además, tuvo dos fases separadas por la llamada “tregua de la sed”. Al caer la tarde, y luego de un duro combate, ambas fuerzas se retiran del campo de batalla.
El valor y heroísmo de los combatientes de ambos bandos es digno de recordar. Del lado chileno destaca el Sargento Mayor Jorge Wood, quien organizó la resistencia en los cerros. Sobresale el heroísmo del teniente coronel Eleuterio Ramírez Molina, comandante del Regimiento 2° de Línea, quien muere en combate a la cabeza de su unidad.
Pese a las cuantiosas bajas chilenas, nuestro país quedó en posesión definitiva del departamento de Tarapacá, el que poseía los más importantes depósitos de salitre.
La falta de persecución del derrotado ejército realista después de la Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) fue una de las cuestionables decisiones del mando patriota, pues significó que la contienda se prolongara hasta mucho tiempo después.
El coronel realista José Ordóñez se había encerrado en Talcahuano, por lo que el entonces Director Supremo, general Bernardo O’Higgins, se dirigió a la ciudad para organizar las operaciones. Del primer reconocimiento de la plaza fortificada de la ciudad, concluyó O’Higgins que era más sólida de lo que había imaginado.
Era necesario privar a los realistas de los suministros que Ordóñez obtenía de otros puntos ocupados por sus efectivos, puesto que era dueño de toda la banda sur del Biobío y mantenía allí algunos fuertes. Además, estaba en una excelente posición defensiva y contaba con el dominio marítimo -tenía a su servicio la fragata Venganza y la corbeta “Sebastiana”, junto a otras embarcaciones armadas-. A mediados de octubre, O’Higgins logró iniciar un sitio formal al recinto fortificado al recibir refuerzos desde Santiago, ascendiendo su fuerza total a 3.700 hombres aproximadamente. Ordóñez por su parte contaba con cerca de 1.700 efectivos. Al amanecer del 6 de diciembre, las fuerzas patriotas realizaron un asalto a la plaza, pero este resultó un fracaso.
O’Higgins debió abandonar esta empresa, pero no se desanimó. Había partido desde Lima una división de 2.300 hombres al mando del general realista Mariano Osorio, por lo que José de San Martín le ordenó levantar el sitio y retirarse al río Maule, iniciando su retorno en enero de 1818. A mediados de mes había desembarcado en Talcahuano el ejército de Osorio, el cual fue reforzado con las tropas de Ordóñez, comenzando de inmediato la persecución del ejército patriota.
Se dio en el contexto de la denominada “Revolución de 1851” que había estallado en septiembre de ese año en La Serena, en oposición a la elección de Manuel Montt como presidente de la República.
El general Manuel Bulnes, habiendo entregado la presidencia de la república, asumió el mando del ejército de operaciones, resolviendo iniciar la campaña en dirección al sur, además de desplegar fuerzas secundarias al norte. Finalmente, tras varias acciones menores, el ejército del gobierno y los revolucionarios se enfrentaron el 8 de diciembre en los campos de Loncomilla.
Las fuerzas del general José María de la Cruz estaban acampadas en las casas de la Hacienda Barros Negros. Bulnes decidió atacarlas, poniendo en marcha sus unidades en la noche del día 7. Después de tomar posiciones por ambos lados, abrió fuego. El combate fue sangriento y pronto De la Cruz ya no contaba con su caballería y con un tercio menos de la infantería.
La batalla terminó con la capitulación de Purapel, firmada el 14 de diciembre. En ésta, el general De la Cruz reconocía la autoridad del presidente Manuel Montt, entregando el mando de sus tropas al general Bulnes, y tal como se expresa en la Memoria del Ministerio de Guerra y Marina de 1852, el tratado estuvo inspirado “en el restablecimiento del orden sin derramar más sangre y que la benignidad del gobierno cicatrice las heridas producidas y restablezca la paz entre las facciones hermanas”.
Combate desarrollado en el marco de la Guerra a Muerte.
Los montoneros realistas atacaron la localidad defendida por el capitán Manuel Quintana. El ataque duró cinco horas y terminó al aparecer una partida de 200 hombres en el cerro de la Parra. En este encuentro estaba Manuel Bulnes, de 19 años de edad, que entonces tenía el grado de subteniente de Cazadores.
En el contexto de la Guerra Civil de 1829, se enfrentan en Ochagavía el ejército revolucionario del general José Joaquín Prieto contra las tropas del gobierno mandadas por el general Francisco de la Lastra, sin alcanzar una victoria decisiva entre ellos.
Dos días más tarde se firma el Tratado de Ochagavía, mediante el cual se entregaba al general Ramón Freire el mando supremo de todas las fuerzas del Ejército, debiendo procederse a llamar a nuevas elecciones dentro de dos meses, nombrándose mientras tanto una Junta de Gobierno.
Durante la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana, el subteniente araucano Juan Lorenzo Colipí, junto a diez hombres del Batallón “Carampangue”, retrasaron durante horas en la noche del 17 a la madrugada del 18 el avance de las fuerzas confederadas en el Puente de Llaclla.
Para galardonar tal acción, el Gobierno decretó un escudo de honor dedicado a los “A los once del Puente de Llaclla”.
Junto con la acción del puente de Buin, desarrollada el 6 de enero de 1839, fue uno de los combates menores pero que tuvo una gran repercusión en el resultado de la guerra al retrasar el avance confederado, otorgando así el tiempo que necesitaba Bulnes para organizar a sus fuerzas defensivamente en la hacienda de San Miguel.
Chile declara la guerra al mariscal Andrés de Santa Cruz y su Confederación Perú-Boliviana, sancionando lo siguiente:
“1° El general don Andrés Santa Cruz, presidente de la República de Bolivia, detentador injusto de la soberanía del Perú, amenaza a la independencia de las otras repúblicas sudamericanas.
2° El gobierno peruano, colocado de hecho bajo la influencia del general Santa Cruz, ha consentido en medio de la paz, la invasión del territorio chileno por un armamento de buques de la República peruana, destinado a introducir la discordia y la guerra civil entre los pueblos de Chile.
3° El general Santa Cruz ha vejado contra el derecho de gentes, la personas de un Ministro público de la nación chilena.
4° El Congreso Nacional, a nombre de la República de Chile, insultada en su honor y amenazada en su seguridad interior y exterior, ratifica solemnemente la declaración de guerra hecha con autoridad del Congreso y Gobierno de Chile, por el Ministro Plenipotenciario don Mariano Egaña, al gobierno del general Santa Cruz.
5° El Presidente de la República podrá hacer salir del territorio del Estado el número de tropas de mar o tierra que tuviere por convenientes para emplearlas en los objetos de la presente guerra, y por todo el tiempo de la duración de esta podrán permanecer fuera del territorio de la República. La guerra contra la Confederación duró hasta el año 1839, con la victoria chilena en la Batalla de Yungay, donde el general Bulnes derrota definitivamente al mariscal Santa Cruz.”
Enfrentamiento en el marco de la Campaña de Lima de la Guerra del Pacífico, que tuvo lugar en el valle del Lurín.
En conocimiento de que numerosas fuerzas chilenas habían desembarcado en Chilca y le dejaban cortada su retirada a Lima, el coronel peruano Pedro José Sevilla se dirigió con el Regimiento Cazadores del Rímac hacia Calango el día 24 de diciembre, en el valle de Mala. Desde allí se dirigió a Lurín en la noche del 27 al 28. Por un mensajero que Sevilla envió a Lima, capturado por el servicio de seguridad de la brigada del coronel chileno Orozimbo Barbosa, supo el mando chilenos que los Cazadores del Rímac se aproximaban a la quebrada de El Manzano, con intención de caer al valle de Lurín.
A las 03:00 de la madrugada del día 28, tropas de infantería chilenas situadas en la citada quebrada sorprendieron al regimiento enemigo y 132 jinetes (entre ellos el coronel Sevilla y 8 oficiales) fueron capturados. 120 caballares, algunas armas y los instrumentos de la banda de músicos, constituyeron el botín de los vencedores. Luego se prosiguió a realizar reconocimientos hacia las posiciones peruanas en el Morro del Solar, Santa Teresa y San Juan, y más tarde en el portezuelo de Ate o La Rinconada.
En el marco del periodo de la “Reconquista”, asume el cargo de Capitán General de Chile don Francisco Casimiro Marcó del Pont, en reemplazo de Mariano Osorio. De esta forma, se convertirá en el último gobernador realista de Chile, cargo que ejercerá hasta su huida el 5 de abril de 1818, tras la derrota en la Batalla de Maipú.
Mientras Chile estuvo en manos de gobernadores realistas, algunos de los americanos que habían apoyado la causa vieron sus bienes incautados, prohibidos sus traslados sin autorización y la libre tenencia de armas, incluso la celebración de fiestas y reuniones populares ya no podían tener lugar. El presidio político se volvió una amenaza real y constante, habilitándose la isla de Juan Fernández como prisión. El destierro afectó a miles de patriotas y varios se vieron obligados a emigrar a Mendoza, donde fueron recibidos amistosamente por los trasandinos.